Sin embargo, el historiador Eric Hobsbawn data el origen de este conflicto al final de la I Guerra Mundial, cuando el primer ministro británico, Arthur Balfour, firmó con el líder de la comunidad judía en su país, Lionel Rothschild, que las comunidades judías tuvieran un territorio para poder fundar un futuro Estado en Palestina, entonces dominada por el Imperio Otomano, enemigo de Gran Bretaña en la Gran Guerra. A la vez, también ofreció lo mismo a las tribus árabes que combatían a los turcos, encabezadas por el rey Faisal. Ambos pactos fueron secretos y las partes interesadas desconocían los mismos.

Mientras los británicos jugaban a dos bandas con judíos y árabes, también firmaban con Francia la repartición de la zona en los Acuerdos de Sykes-Picot. Los británicos se aseguraban tras su victoria en la Primera Guerra Mundial los territorios actuales de Irak, Jordania, Israel y Palestina; y los franceses, Libano y Siria.Todo ello a espaldas de judios y árabes, que comenzaron una serie de acciones diplomáticas y violentas para poder llegar a cabo sus aspiraciones nacionales.

El presidente de la Sociedad Académica Palestina para el Estudio de Asuntos Internacionales, Mahsi Abdul Hadi, explica que "las superpotencias intentaban dibujar el mapa según sus intereses y nos utilizaron. No creo que las élites árabes fueran ingenuas. Confiaron en británicos y franceses esperando que cumplieran su compromiso”. Además, judíos de diferentes partes del mundo intensificaron sus migraciones a Palestina, un movimiento que comenzó a mediados del siglo XIX inspirado por el banquero Moses de Monte Fiore, considerado el padre del Sionismo, corriente que reclamaba un Estado para los judíos.

Hace un siglo, se creó la Agencia Judía para facilitar el traslado de judíos a la Palestina británica. Los árabes que allí vivían se opusieron y en 1929 hubo una gran matanza de judíos. Otro gran enfrentamiento tuvo lugar entre 1936-1939, la llamada 'Gran Revuelta Árabe', y que supuso la muerte de centenares de árabes, judíos y soldados ingleses que custodiaban la zona. Esta revuelta supuso la creación de la Haganá, una organización de autodefensa judía que es considerada por los historiadores como el embrión del ejercito israelí.

Holocausto

El principio de la fundación del actual Estado de Israel se origina tras el Holocausto, en el cual los nazis asesinaron a seis millones de judíos. Tras la II Guerra Mundial, el éxodo masivo de supervivientes a Palestina supuso el impulso vital para el sionismo. Tras tres años de negociaciones con la recién creada ONU, Israel se declaró Estado el 14 de mayo de 1948. Un día después, los británicos abandonaron Palestina, lo que fue aprovechado por los países árabes para declarar la guerra al nuevo Estado. Tras varios meses de conflicto, los judíos vencieron y agrandaron el territorio otorgado por la ONU. Por su parte, Jordania se anexionó Cisjordania y Gaza paso a manos de Egipto. Cerca de un millón de palestinos marchó al exilio.

Esta guerra de independencia forjó el carácter nacional de Israel, que se preparó para ganar las siguientes: Suez (1956), Seis Días (1967) y Yom Kippur (1973). En todas, Israel derrotó a todos sus vecinos, Egipto, Jordania y Siria, y amplió a su territorio sobre las zonas palestinas, además de los Altos del Golán al sur de Siria.

Las derrotas hicieron a los palestinos organizarse entorno a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) a finales de la década de los sesenta, una entidad dirigida por Yasser Arafat, y que combinó la lucha armada, incluida acciones terroristas, con la diplomacia. Acabó siendo considerada el representante legítimo de los palestinos. La OLP, para lograr sus reivindicaciones territoriales, organizó en 1987 una Intifada (revuelta) más o menos pacífica contra las condicones de vida de los palestinos que vivían en los territorios ocupados en Cisjordania y Gaza, lugar de asentamiento de la mayoría de los palestinos. Esta revuelta dio paso a la Conferencia de Paz de Madrid en 1991 que culminó con los acuerdos de Paz de Oslo en 1993 donde se reconocía el derecho de los palestinos a tener un estado propio en los territorios de Gaza y Cisjordania.

Pero esos acuerdos no llegaron a cumplirse, en gran medida por el asesinato de Isacc Rabín, líder israelí que propició los acuerdos, a manos de un judío contrario. A esto se sumó la pérdida de poder de Arafat y de su partido, Al Fathat, a manos de los radicales de Hamás, una organización palestina surgida a finales de los ochenta bajo la tutela de Irán, enemigo declarado de Israel, y que no reconoce la existencia de dicho Estado.

Hamás fue ganando poder debido a las duras condiciones de vida en Gaza, territorio que gobierna desde 2005, tras la muerte de Arafat un año antes, un hecho que debilitó a la OLP y redujo su control a Cisjordania, con Mahmud Abbas como líder de la misma. Hamás ha liderado las dos intifadas posteriores a la de 1987. La de 2000 y 2012, ayudada por la situación de pobreza a la que se ven sometidos por el control de Israel de la zona.

Solamente desde el pasado 7 de octubre, se calcula que, al menos, 24.100 palestinos han muerto y otros 60.834 han resultado heridos en los ataques de Israel contra la Franja de Gaza. El futuro es incierto en la zona, especialmente para los civiles de ambos bandos.