Indira Navarro, líder de las madres buscadoras de Jalisco

“Ahora mismo tengo dos fosas abiertas”

México está plagado de grupos de madres que buscan a sus hijos —aunque sean muertos— frente a la animadversión de las autoridades, que no quieren seguir contando cadáveres, y el narcotráfico, que tiene sus uñas clavadas en todo el territorio.

Por Daniel Alonso Viña

18/09/2024
Fotos de los hijos e hijas buscados.

Al otro lado de la línea, en una casita en algún lugar del Estado de Jalisco, Indira Navarro hace la entrevista mientras cuida de su hijo. Tiene apenas dos años y anda malito. De repente, le entran ataques de llanto desesperados y cortos. Su madre le consuela un momento. Luego se pone otra vez al teléfono. “Ahora mismo tengo dos fosas abiertas”, dice sin paliativos. Utiliza el verbo tener en primera persona, como si ella sola se hubiera echado a los hombros una de las misiones más dolorosas de México. Es un poco así. Navarro es la coordinadora de las Madres Buscadoras de Jalisco, un grupo de madres, padres y hermanas con familiares desaparecidos que recorren el país buscando los restos de sus seres queridos.

Desaparecidos

Es uno de los muchos que han surgido en los últimos años. La Comisión Nacional de Búsqueda lleva contabilizadas 114.926 personas desaparecidas en México hasta mediados de marzo de 2024, una cifra casi inabarcable.

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, intentó actualizar ese censo y aseguró que eran solo 12.377, pero expertos y asociaciones han salido a protestar por esa cifra. Es el trauma colectivo de un país avasallado por la violencia del tráfico de drogas, que paga sus cuentas con la población local. Una inmensa mayoría de estos reportes provienen de Jalisco, territorio devorado desde hace años por las peleas entre grupos de narcotraficantes y la inacción crónica de las autoridades.

La primera fosa que han encontrado está en un barrio de El Salto, una ciudad de 30.000 habitantes a 50 minutos en coche al sur de Guadalajara, la capital de Jalisco. La segunda está en esa misma capital, en el Cerro del Cuatro, una elevación montañosa en la zona metropolitana. En la primera localización, en el terreno de una finca, el grupo ha descubierto dos hornos crematorios clandestinos. De la tierra han sacado ya 27 bolsas con restos humanos.

Madres buscadoras.
Manifestantes en Ciudad de México protestan por el creciente número de desaparecidos y la inacción de las autoridades frente al problema. © Sipa USA / Alamy Stock Photo

El equipo forense que trabaja en la segunda fosa, la del cerro, ha desenterrado al menos diez cuerpos. Navarro recibió la pista unos días antes de empezar a cavar, a través de una llamada anónima. “Nosotros siempre nos guiamos por llamadas anónimas, mensajes en la página de Facebook o personas que nos encontramos cuando recorremos esas zonas calientes. Ellos nos dicen dónde tenemos que buscar”, explica por teléfono desde su casa.

Su hijo se arranca a llorar, pero no dura mucho. El grupo que lidera está compuesto de 170 familias, pero no todas participan cuando van a buscar cuerpos. Ahí son entre 20 y 30 personas. A veces, cuando están en una búsqueda y vestidas con la camiseta del grupo, una persona se acerca y les dice dónde ir. No se fían de las autoridades, pero sí de ellas.

Siempre llevan el mismo equipo, que no tiene mucha complicación: pico y pala, algo de comer, agua y una varilla de metal hueca y alargada con una punta muy afilada. Con ese material van a la zona y estudian el terreno como forenses.

Búsqueda de cuerpos

La tierra que ha sido removida nunca vuelve a ser igual, aunque hayan pasado años, así que buscan esas señales. “Jamás queda compacta, nunca queda igual”, asegura Navarro. Cuando encuentran ese trozo de tierra sospechosa que han aprendido a identificar con el paso de los años, sacan la varilla, la clavan en la tierra y huelen los gases que salen del interior. Así es como descubren si hay cuerpos en descomposición ahí debajo. “Si el cadáver tiene menos de un año, sí sale aroma fétido, porque los fluidos del cuerpo contaminan hasta dos metros alrededor del lugar en el que está”, explica.

Cuando dan con los cuerpos y confirman que han encontrado una nueva fosa, llaman al 911, el número de emergencias.

Ahí empieza el otro calvario que tienen que sobrellevar. Cuando llega la Fiscalía del Estado y los forenses empiezan a sacar cuerpos, ellas tienen que estar pendientes. Las autoridades tienden a minimizar el problema y reducir el número de cuerpos encontrados que reportan a los medios. Por eso hay un grupo de WhatsApp en el que los medios de comunicación y las madres buscadoras comparten la información.

“La Fiscalía señala que solo han encontrado un cuerpo”, dice una de las periodistas sobre la fosa del Cerro del Cuatro. Navarro contesta: “No es verdad. En el vídeo que se envió había al menos dos, después sacaron otros dos y del quinto solo se alcanzó a sacar el cráneo”. Esa es la conversación habitual.

Acoso policial

“Cuando estamos nosotras vigilando trabajan muy lento para que no veamos cuántos cuerpos sacan. No hay transparencia y eso es lo que he estado peleando estos años”, dice Navarro por teléfono. La última noticia que aparece en el chat es un comunicado.

El grupo de madres buscadoras denuncia que han sufrido “acoso, intimidación y amenazas de la policía municipal de Tlaquepaque, Jalisco, a todas luces coludidos con el crimen organizado”. Estaban en el Cerro del Cuatro, vigilando las labores de la Fiscalía.

Este tipo de amenazas son rutinarias. Tanto, que Navarro tiene protección de la Guardia Nacional, una especie de ejército que opera en territorio mexicano, al margen de las policías locales, estatales y federales. “Ahora, si nosotros tenemos que salir de emergencia y corremos peligro, tenemos la posibilidad de que la Guardia Nacional venga a apoyarnos. Tengo un botón del pánico, pues de vez en cuando hacen rondines por la casa para ver cómo estamos”.

En la televisión, Navarro tiene dos personalidades. La primera es la de una mujer de 39 años elegante, de pelo negro y largo, labios pintados siempre de rojo y pómulos altos. Aparece en las entrevistas para denunciar la situación.

Luego está la otra Navarro, la que va sin maquillar, con una camiseta del grupo de madres buscadoras de Jalisco. Eso es que ha estado cavando en alguna finca perdida. Esa Indira Navarro aparece en las noticias con la cara tapada y gafas para protegerse del sol.

Hermano desaparecido

Luego está la versión que nunca aparece en los medios. Navarro empezó en esto porque su hermano desapareció hace ocho años y ella salió a buscarle. “No podemos no hacer nada. La realidad es que la sociedad está haciendo el trabajo que tienen que hacer las autoridades”. Así acabó en Jalisco, donde entró en contacto con la anterior líder del grupo. “Ella nos mostró, nos enseñó a buscar, y aquí me quedé”.

Su vida personal tampoco ha sido un camino de rosas. Está viviendo sola después de escapar de un marido que la maltrataba y contra el que ha librado una batalla judicial de años. Tiene tres hijos, una chica de 14, uno de 12 y el niño de dos años que llora de vez en cuando al otro lado de la llamada. Están viviendo en una localización que no puede revelar, solo que se encuentra en el Estado de Jalisco.

Aun así, sigue luchando por los desaparecidos y sus familias. ¿Cómo es tener a alguien desaparecido? “Es estar agonizando”, contesta. “Estás muerto en vida. No puedes vivir de imaginarte lo que le estará pasando a esa persona. Y encontrar los restos de tus hijos, de tu esposo o de tu hermano es una pequeña tranquilidad. Por lo menos, lo encontraste y le puedes dar cristiana sepultura. porque cuando desaparecen a alguien no solo dañan al desaparecido, destruyen a la familia entera”. Su hijo de dos años, al otro lado, parece que por fin se ha dormido.

 

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