Javier Araque, una vida de Goya

Javier Araque, actor y vendedor de la ONCE, estremece y conmueve con su propia vida en Écija (Sevilla) llevada al cine. Por donde pasa el silencio, ópera prima de Sandra Romero, desborda las relaciones humanas en torno a Javier y a sus dos hermanos como protagonistas. La fuerza desgarradora de su interpretación desnuda en un primer plano, en crudo, la realidad cotidiana de una discapacidad más.

Por Luis Gresa

04/12/2024
Javier Araque.

Javier Araque (Écija, Sevilla, 1990) nació apenas cinco minutos después de su hermano mellizo. Pero pronto su vida se fue diferenciando y mucho de la de Antonio. Primero fueron las taquicardias desde muy niño. Después, a partir de los 10 años, los problemas de la espalda que le han condenado de por vida a revisiones hospitalarias cada seis meses y a una dosis de fármacos permanentes, que, aún hoy, incluye la morfina en los picos más agudos para sortear tanto dolor.

Quizá hubiera querido ser bombero o policía, pero no le dio tiempo a saberlo porque la vida dio al traste con sus sueños demasiado pronto. Se empeñó en torcer su columna y, con ella, toda su trayectoria. “Quería comerme el mundo y el mundo me ha comido a mí”, subraya en el patio de su casa, donde se siente más a gusto, rodeado de sus perros, su maceta y un suelo de grandes cuadros grises y blancos que cautivarían al mismísimo Almodóvar para una escena de las suyas.

Al despertar de la adolescencia, comenzaba a verse “un poquito más deformado, ¿sabes”. Y llega una revisión rutinaria en el colegio que detecta cifoescoliosis que lo echa todo al traste. “Entonces quieres mirar a otro lado, como que no me pasa nada, pero cuando se cumplen más años lo que hace es que se va degenerando más y llega un momento en que no te puedes atar los cordones y te das cuenta de que tienes un límite, y que no puedes mirar a otro lado”. Lo dice sí, con un punto de brillo en la mirada, pero con desparpajo, una tranquilidad pasmosa y un atisbo de sonrisa al terminar cada frase. “Tienes que vivir el día a día y el pasado dejarlo a un lado porque el futuro es incierto”, resume gráficamente.

“Tienes que vivir el día a día y el pasado dejarlo a un lado porque el futuro es incierto”

Esa mezcla de sorna, ironía y puro cachondeo han ido dibujando la personalidad de Javier, acaso como una coraza, desde muy chico, junto a la rebeldía. Y mientras, la discapacidad, lejos de debilitarle en los años más complicados, ha ido forjando su carácter. “Mi hermano es gay. De pequeño esto en un pueblo se vio muy difícil, le hacían mucho bullying, y eso me hizo hacerme el duro para cuidar de mis hermanos. Éramos el uno para el otro”, presume con orgullo.

La búsqueda de trabajo para un joven con discapacidad en una localidad de menos de 40.000 habitantes no resultó tarea fácil. Durante unos pocos años ejerció de escayolista, un oficio con el que disfrutó, hasta que la espalda impuso su dictadura. Y es que, por más coraje que le eche a la vida y más que se haga el valiente para los demás, el dolor se apodera de él en la intimidad de su soledad.

Vida de película

Javier Araque nunca pensó que tuviera una vida de película, pero Sandra Romero ha hecho de la suya un peliculón, Por donde pasa el silencio, su primer largometraje. Este otoño puso en pie al Kursaal durante diez minutos de aplausos en la sección Nuevos Directores de la 72 edición del Festival de Cine de San Sebastián. Hija también de Écija, conoce bien a Javier porque es muy buena amiga de Antonio desde jóvenes.

También dejó la ciudad, en su caso, para formarse como directora de cine. Como Antonio, que marchó a Madrid para convertirse en actor. Le había prometido a Javier que un día haría una película sobre su vida. Conocía bien su temperamento, su sacrificio, su valor, coraje para afrontar una cruda realidad, el amopor r sus hermanos, el desprecio social que genera la elección de una libertad individual, la toxicidad de una pasión o la falta de entendimiento en la que se pueden ver reflejadas tantas familias… Tenía el guion en sus manos, un tesoro en bruto que debía pulir. Y así reconvirtió el corto que había hecho con esos mismos ingredientes antes de la pandemia en su primera película. Todo rodado muy en primer plano, de cerca, como sienten sus personajes, muy desafiantes, casi agresivos, para encauzar como pueden el amor que expresan o no saben expresar. Y con gestos de comedia para digerir el drama, porque si no, no sería la historia de Javier.

Amor entre hermanos

La directora dio rienda suelta a Javier para que interpretara ese texto a su manera. Para Sandra Romero, su interpretación ha sido todo un descubrimiento. “Me sorprende mucho la capacidad de conectar con emociones que son muy complicadas de mantener delante de una cámara y de todo un equipo. Cómo sabe usar estrategias que un actor profesional tarda en aprender, cómo es capaz de memorizar y repetir el texto sin perder la capacidad de tener toda la verdad del mundo”, reconoce. En palabras de su directora, Por donde pasa el silencio habla del amor entre tres hermanos que tienen una relación muy profunda en la que, a veces, los límites se traspasan en medio de esta intensidad. Romero rodó durante seis semanas en Écija, y también en Carmona.

Cerca de 600 personas se apuntaron al casting para un rodaje que contó con 225 extras. Miguel Ángel Valseca, el Sevi, es uno de ellos. Camarero en uno de los bares clásicos de Écija, hace de amigo de Javier en la película. Y lo sigue siendo después de las semanas intensas de rodaje. “Transmite sobre todo superación, coraje y fuerza, que pase lo que pase en la vida siempre hay que tener un puntito más de fuerza y de autoestima para seguir adelante”, explica orgulloso de que su pueblo esté en todos los cines gracias a esta peli. “Veías a Javi tirado en la cama destrozado y realmente no lo estaba, simplemente lo estaba interpretando, pero lo interpretaba tan bien que te hacía sentirte mal por él. Y encima es un cachondo. Hay que llevarlo así, no queda otra”, comenta.

Prepararse para la vida

Esa transición del drama a la comedia es otro de los pilares de la obra de Sandra Romero. “Hay que ver más la superación que los problemas de cada uno e intentar ayudarnos siempre desde lo positivo, no desde lo negativo. Además, de la enfermedad no nos escapamos nadie. Tienes que estar preparado para lo que venga, sea bueno o malo. Mejor llevarlo con humor y con alegría, porque es lo que te vas a llevar”, describe el actor secundario a modo de sinopsis.

En medio de este trajín de vida, Javier Araque ha encontrado una luz al final de su túnel y trabaja desde agosto como vendedor de la ONCE en Marchena. “Me creo un hombre con fortuna por ser como soy, por mis valores, mis principios, mi corazón. No tengo nada del otro mundo, mis perrillos y un techo para dormir, pero la sonrisa no me la quita nadie. Eso es mucho para mí”, confiesa con certeza.

Javier Araque trabaja desde agosto como vendedor de la ONCE en Marchena

Volver al trabajo tras el ‘glamour’ de la experiencia única que supone pasar por el Festival de Cine de San Sebastián ha costado. “Eso fue épico, único, inolvidable. El pelo de gallina todo el rato, nos lo llevamos en el corazón para toda la vida, no paramos de abrazarnos cada vez más los tres hermanos, los tres llorando”, reconoce orgulloso. “Ahora los clientes me vienen para que les cuente”, se ríe. “La realidad supera a la ficción”, responde sin pestañear. “La película es muy dura, pero te vas a sacar unas risas, hay humor, pero va subiendo y hay un sabor agridulce que te hace llorar, es muy dura”, resume.

A su juicio Por donde pasa el silencio enseña al espectador a reír ante la adversidad, a dejar de mirar para otro lado cuando se tiene el problema delante y a ser un poquito más de verdad ante la vida. “No vemos que no tenemos limites hasta que no nos pasa”, se lamenta. La película, otro efecto secundario, ha unido más a los hermanos tras años de una separación física. “Creo que nos va a enseñar a querer bastante más y a mirar más por los hermanos y los padres”, confía.

La mecha está prendida. Y aunque la carrera de actor la protagoniza Antonio, a Javier le han quedado ganas de más. Hasta provoca a sus amigos dándoles textos para interpretarlos llorando o riendo, en tono bajo o más fuerte para ponerse a prueba. “Estoy dispuesto sí”, afirma, por si hubiera alguien interesado en contar con él para otro papel. “A la vida le pido sonreír, amor, que encuentre mi sitio. Y lo estoy encontrando sí —concluye—. Simplemente quiero ser feliz, encontrarme, sonreír y vivir tranquilo”.

 

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