En Madrid hay más de 400 huertos urbanos
La época dorada de los huertos urbanos
Aunque siempre están ocultos y apartados de la mirada de la gente, los huertos ecológicos han ido conquistando poco a poco las principales ciudades españolas.
Por Daniel Alonso Viña
Bruno camina por el sembrado como si estuviera en su propia casa. Tiene seis años y viene al Huerto Comunitario de Adelfas desde que tenía seis meses. A veces vienen sus amigos y juega con ellos, pero hoy está solo. No necesita a nadie para entretenerse. En la mano derecha lleva una bolsa de Cheetos del supermercado. Con la izquierda se los va comiendo mientras habla solo y camina entre las pequeñas parcelas. Kois Fernández, su padre, le vigila con el rabillo del ojo mientras habla. Es sociólogo y experto en soberanía alimentaria y huertos urbanos. El de Adelfas lo montaron él y sus amigos hace 15 años, cuando esta práctica apenas empezaba y la administración no sabía qué hacer al respecto.
Ahora, la alcaldía tiene un programa específico que se encarga de supervisar los más de 400 huertos que hay en la ciudad de Madrid. Se pueden englobar en tres tipos: huertos comunitarios (66), escolares (238) y los que están en centros municipales como las residencias (52). El fenómeno no para de crecer.
Carlos de Mingo, jefe del departamento de Educación Ambiental, cuenta por teléfono que cada año registran, como mínimo, 15 huertos escolares nuevos, unos cinco huertos de centros municipales y dos o tres huertos comunitarios (los que están gestionados por asociaciones).
Solo en Madrid hay más de 400 huertos urbanos, comunitarios, escolares o de residencias
“¿Quieres enseñarle el huerto?”, dice Kois Fernández a su hijo. Bruno se pone serio y dice: “Sí, vamos. Voy a enseñarte el huerto”. Señala una zona al otro lado de la entrada y manda al periodista: “Empecemos por ahí”. Se acerca hasta una de las parcelas (están separadas entre sí por listones de madera), apunta con el dedo un cartel de pizarra y dice: “Con esto sabemos cuál es cada uno de los cultivos”. En ese cartel pone “acelgas”, pero hay de todo: judías verdes, tomates, moras, zanahorias, hierbabuena, espárragos, lechugas, ajos... Además de Fernández y su hijo, hay otras dos personas ayudando. Luis está recogiendo los rastrojos para compostarlos y Marcos Jourón riega las hortalizas con la manguera.
Hay 60 personas asociadas al Huerto Comunitario de Adelfas. Unas 15 están involucradas en el día a día. Tienen normas que les permiten autorregularse. “Aquí no se puede vender nada de lo que se produce”, explica Fernández. Las reglas de la asociación que dirige este huerto también dicen que solo puede consumir la gente que participa. “No queremos que se convierta en el chiringuito de nadie”. Llevan 12 años de forma legal en este espacio. “Al principio no ofrecían ninguna salida para los huertos comunitarios, así que dijimos, bueno, nosotros vamos a ir ocupando las parcelas y montando el huerto, y mientras vemos cómo se legaliza esto”, cuenta.
Fernández y Nerea Morán escribieron en 2015 un libro, Raíces en el asfalto, que cuenta los orígenes de la historia de la agricultura en las ciudades y ahonda en las luchas sociales que “a lo largo de la historia han buscado recomponer las relaciones entre el campo y la ciudad, condicionando la evolución de nuestros modelos urbanos de forma explícita o latente”, escriben.
“Volvemos a vivir un tiempo en el que los vigentes modelos económicos y políticos dan síntomas de fatiga, mientras que en el horizonte se asoman retos (crisis energética, climática, ecológica, económica, política, alimentaria…) para los cuales las estructuras que definen nuestro modelo de organización social han quedado obsoletas”, opinan. Fernández y Morán escribieron esas líneas cuando se apagó la llama del movimiento del 15M, que estalló tras la crisis que hundió la economía española en 2008 y 2012.
Entre aquellos aires de revolución surgieron los primeros huertos comunitarios. Tenían la esperanza de crear una forma diferente de vivir en la ciudad. “Ahora el fenómeno se ha consolidado”, asegura Morán por teléfono. “Empezó siendo una actividad de gente más activista. Ha cambiado, hay más asociaciones vecinales y otros que lo ven desde un punto de vista más terapéutico o para mejorar su alimentación”.
Morán es arquitecta y profesora en la Universidad Politécnica de Madrid, y ha visto el interés creciente de sus alumnos por estos espacios. Antes, el tema no estaba entre las propuestas que sus estudiantes de grado y posgrado le hacían para diseñar. “Ahora todos los años hay huertos urbanos, y tenemos una asignatura específica dedicada al espacio público y al urbanismo climático”.
Por toda España
Las instituciones apuestan cada vez más por este tipo de proyectos verdes. Valencia ha ganado este 2024 el premio Capital Verde Europea por “poner en valor la mirada sostenible en sus políticas públicas durante las últimas décadas” y dejar una ciudad “más amable con las futuras generaciones”.
Ya son las ocho de la tarde en el Huerto Comunitario de Adelfas, que ha resistido al paso del tiempo y a los cambios que han transformado el espacio que rodea el huerto. Donde antes no había nada, ahora hay un barrio residencial de clase media. Al principio, los vecinos estaban en contra del huerto. “Decían que esto se iba a llenar de gente bebiendo”, cuenta Kois. Ahora se dejan vivir los unos a los otros, pero poco más. Todavía hay que pelear para mantener el huerto a flote. Bruno recoge las últimas moras que encuentra entre los matorrales y el cielo se va entristeciendo. Poco después, una lluvia torrencial empieza caer sobre las zanahorias, los tomates y las acelgas.
Continúa Leyendo
“Nunca permitiremos que amenacen la seguridad de nuestra nación”
Por Pedro Fernández
La juventud con discapacidad dibuja el futuro
Por Patricia Encinas
“Es una película para dar las gracias a los que volvieron y a los que se quedaron en la montaña”
Por Chema Doménech
“No se trata de cambiar pizzas por tallos de apio”
Por Carolina Martínez