Bewis de la Rosa
Rap rural como resistencia
Esta artista interdisciplinar fusiona la estética del campo con la potencia del rap urbano para reivindicar la tradición, la comunidad y un modo de vida más lento.
Por Daniel Alonso Viña

Bewis de la Rosa contesta a la llamada desde un pequeño pueblo de Ciudad Real. Son las ocho de la noche de un miércoles de finales de enero. Al otro lado del teléfono se escucha una tos ronca. Luego ella dice: “Me pillas aquí, liada con la matanza”. Bewis de la Rosa es el nombre artístico de Beatriz del Monte, una artista interdisciplinar de Madrid —aunque su corazón está en Villamayor de Santiago, un pueblito de Cuenca— de 30 años que ha creado el concepto “rap rural”, un nuevo género que le sirve para reivindicar lo rural con la fuerza del estilo duro y cañero del rap urbano. Lanzó en 2023 su álbum Amor más que nunca con el que quería reivindicar una vuelta a la vida lenta de los pueblos, y desde entonces no ha dejado de dar conciertos.
Esta semana ha ido a hacer la matanza con sus amigos. “Tengo que ir a pelar patatas en un rato”, dice, que le van a servir para hacer la morcilla. Hace dos años tomaron la decisión —ella, que ha sido vegetariana— de retomar esa vieja práctica para “responsabilizarse del proceso” que supone matar a un animal para comérselo después. “Queríamos verlo y aprender la tradición de hacer una matanza al año”, explica Bewis.
Bailar junto a la tradición
Su “proyecto de investigación poliédrica” —así lo define en su página web— es amor, rap rural, pueblo, raíz, revisión de la tradición y punkarrismo. Bewis de la Rosa es “encuentro para creer de nuevo en la comunidad”, es bailar “como bailaban nuestras abuelas” y beber en botijo. Bewis de la Rosa es “pogo manchego y jersey de chenilla”, sentencia ella. Cuando se sube a un escenario, Bewis baila, canta y grita rodeada de fardos de paja y herramientas para la labranza. Nunca se aleja de su delantal de abuela, su cucharón gigante de madera y un puchero por si hace falta un buen guiso para calentar el estómago.
En su tienda online, en vez de camisetas, vende bragas de diferentes tamaños y estilos. Está la braga faja llamada Amor más que nunca, como su disco. “La belleza de unas bragas tendías al sol con frases de amor es la bandera de este proyecto”, explica. De pequeña, Bewis recuerda que su abuela escondía las bragas cuando las ponía a colgar en el patio después de lavar, para que no las viera la gente, cuenta en otra entrevista.
También está la braga Rompo la rutina monógama del patriarcado, los tangas y las bragas especiales (con algo de encaje en la parte trasera). No hay nada al azar en el proyecto de esta joven madrileña. El disco Amor más que nunca no es un disco, es una cosa con forma de disco que en realidad contiene semillas para plantar una tomatera.
“Sentí que si tuviera que tener una tierra, un sitio donde yacer, sería Villamayor de Santiago, el pueblo de mis padres y de mis abuelos”
Bewis nació en Madrid, pero está viviendo con su pareja en un pueblo de Ciudad Real. Antes de hacer música, Bewis se dedicaba profesionalmente a la danza y al teatro en una compañía que se llamaba Malditas Lagartijas. “Lo llamaba compañía, pero estaba prácticamente yo sola”, confiesa.
Con las herramientas que le daba el baile, Bewis ya exploraba temas en la intersección entre el pueblo y la ciudad: la rapidez frente a la lentitud, la individualidad frente al sentido comunitario, o la posición de la mujer en lo rural. ¿De dónde surge la necesidad de explorar estos temas? “Yo he estado viviendo siempre muy cerca de mis abuelos maternos, Ángeles e Ignacio. Sobre todo cuando falleció mi abuelo, pasaba mucho tiempo en su casa hablando mi abuela”, cuenta.
Ellos se vinieron del pueblo hasta San Fernando de Henares con el éxodo rural de la década de 1960 que atrajo a mucha gente a las ciudades para trabajar en la industria. “Mi madre y mi padre nacieron en el pueblo, pero sus familias se vinieron a Madrid cuando ellos eran adolescentes. Allí yo recuerdo que teníamos una vida como de barrio-pueblo de la periferia”. Siempre estaba en contacto con sus abuelos, y ellos todavía mantenían costumbres que ahora ya casi no se destilan: “Había mucha cercanía con las vecinas”. Bewis vivía al otro lado de la calle y comía casi todos los días en su casa.
“El mayor acto de revolución que podemos hacer en el mundo que vivimos hoy es el amor”
Le encantaba la música que ellos escuchaban, y su curiosidad la llevaba a preguntar constantemente a su abuela, que le relataba historias de cómo se hacían antiguamente las cosas, historias de la madre de su abuela. “Esto se veía en las obras que hacía para Malditas Lagartijas”.
Bewis de la Rosa, la combinación de rap urbano y estética rural, surgió tras la llegada del coronavirus —el primer disco salió en 2023—. “Me pregunté dónde me iría yo a morir, y no sabía. A raíz de ahí me empecé a preguntar de dónde era, y no me sentía ni de Madrid, ni de San Fernando de Henares, ni de Coslada, que es dónde nos mudamos cuando tenía 11 años. Sentí que si tuviera que tener una tierra, un sitio donde yacer, sería Villamayor de Santiago, el pueblo de mis padres y de mis abuelos, y en el que yo he pasado veranos enteros durante la infancia”.
La búsqueda de un lugar al que pudiera llamar casa fue larga. Hizo las prácticas del Conservatorio de Danza en Santander, luego se fue a Asturias y vivió allí, en una casa de pueblo con una sala de ensayo. “Mi objetivo siempre había sido ir al campo y crear desde allí”. Luego se fue a Sevilla, a estudiar teatro, pero llegó la pandemia. Volvió a Madrid, pensó mucho. Antes de la pandemia hizo su primera canción, un terreno inexplorado hasta ese momento. “No tenía mucha seguridad en mí misma con la voz y la música”. Pero al final dio el salto. “Grabamos las primeras cinco canciones para ver, pero disfrutamos mucho y seguimos para adelante, así que el disco tuvo 11 canciones y se llamó Amor más que nunca”.
“La generación de nuestros padres y abuelos se creyeron el discurso de que todo lo que había en el pueblo había que dejarlo atrás para ir a la ciudad”
Era un canto al amor, a la humanidad, porque “el mayor acto de revolución que podemos hacer en el mundo que vivimos hoy es el amor”. De eso habla el disco, asegura Bewis. “Busco amor como si fuese lodo rebasando el tarro, quiero que se me llenen los poros como antaño. Hace tiempo que no siento en las costillas ese llanto tan opaco que caía desde el lacrimal al labio”, dice la canción Dónde estabas, la tercera del disco. “Busco la grietita en el sistema pa que crezcan, broten, crezcan frescas las lechugas pinten verde menta”, dice en Me estoy oxidando.
“Encontrar el punto medio”
“La generación de nuestros padres y abuelos se creyeron el discurso de que todo lo que había en el pueblo había que dejarlo atrás para ir a la ciudad, donde estaba todo lo bueno. Pero, aunque había prácticas que está bien haber dejado atrás, hay otras tradiciones que hemos dejado atrás sin necesidad”, defiende Bewis.
Entre esas tradiciones está la matanza, que a ella le sirve para respetar al animal que se va a comer. “Para mí esto es una cuestión de respetar al animal. La gente se va a comprar filetes en un blíster y no sabes ni de dónde viene, ni cómo ha sido criado, ni cómo ha sido matado. Da pena y es muy fuerte verlo, pero creo que es necesario. Si voy a comer carne, prefiero que sea así”, sentencia. Y cuelga, porque se tiene que ir a pelar las patatas para la morcilla.
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