Óscar Mijallo, reportero de Internacional de TVE
“Ojalá cubriéramos el fin de la última guerra, pero eso no va a ocurrir“
Testigo de los principales conflictos bélicos de los últimos veinte años, el reconocido corresponsal analiza la descarnada realidad vivida en Ucrania y Oriente Medio, y el peaje personal que esto le ha generado.
Por Ch. P. Ampudia / Chema Doménech
La invasión de Ucrania por parte de Rusia en febrero de 2022 hizo que durante meses el mundo contuviera la respiración ante una posible escalada del conflicto a una guerra mundial. Pero el 7 de octubre pasado Hamás atacó a Israel en su territorio, asesinando, torturando y secuestrando a cientos de civiles, y el foco mediático se desplazó inmediatamente a Gaza. Usted, que lleva meses trabajando sobre el terreno en ambos conflictos, ¿qué percepción tiene sobre el interés que despiertan en Occidente ambas tragedias y la velocidad con la que pasamos del miedo a un conflicto nuclear a la indiferencia?
Aunque parezca mentira, las guerras causan hastío editorial y en la audiencia. La gente se aburre de ellas. Cuando hay un conflicto en Oriente Próximo, de pronto hay una tensión mediática increíble y, de buenas a primeras, desaparece. Es como si la gente estuviera aburrida de escuchar que los israelíes y los palestinos se están matando entre ellos. Con Ucrania el interés se ha mantenido durante mucho tiempo, pero es una guerra en Europa, algo que prácticamente no ocurría desde la Segunda Guerra Mundial. Una en la que no son edificios árabes los que son destruidos, sino que podrían ser los de la Gran Vía madrileña, y donde los que se están matando son rubios y con ojos azules en lugar de morenos y barba. Eso choca a la audiencia. El interés con la guerra de Ucrania se mantuvo en alza durante muchos meses pero claro, ya llevamos dos años, y mantener en los medios ese interés es muy complicado. Entonces, estalla el conflicto entre Israel y Hamás y se desplaza el foco allí.
“Lo que estamos viendo en Gaza es prácticamente apocalíptico”
¿Hay muertos que valen más que otros?
Sí, sin duda. Los muertos europeos o los occidentales valen muchísimo más que los muertos que vienen de África o de Oriente Próximo. No digo ya si son del África subsahariana, a los que prácticamente no se les hace ni caso. Según las Naciones Unidas, en dos años de guerra en Ucrania han muerto unos 10.000 civiles, mientras que en solo mes y medio en Gaza murieron prácticamente 12.000. Si extrapolamos esas cifras, en dos años nos iríamos a los 200.000 muertos civiles en Gaza. Son cifras brutales.
¿Cómo valora la respuesta de un estado democrático como Israel a los ataques terroristas que sufrió el 7 de octubre?
Lo que estamos viendo en Gaza es prácticamente apocalíptico. Estamos asistiendo al bombardeo de centros humanitarios, de hospitales, bajo los que Israel asegura que se ocultan infraestructuras terroristas. Pero, por mucho que los terroristas se escondan en un hospital, un Estado democrático como es Israel no debe bombardearlo, porque tiene que respetar unos derechos humanos y una legislación internacional. Debemos tener claro que Israel está combatiendo a Hamás, que es una organización terrorista, no cumple los estándares de un Estado. ¿Una organización terrorista mata civiles? Sí. ¿Por qué? Porque es una organización terrorista. ¿Debe el Estado democrático colocarse al nivel de la organización terrorista? Por supuesto que no. Israel debe respetar a la población civil y garantizar los derechos humanos, porque eso es lo que diferencia a las democracias de los terroristas y de las dictaduras.
¿Es complicado mantener el rigor y la calma cuando se presencian barbaridades como las que vemos en las pantallas del televisor?
Bueno, hay que tener claro que nosotros somos periodistas y no activistas. Estamos para contar lo que pasa, para arreglar el mundo están los de las ONG o los de las Naciones Unidas, nosotros estamos para contar. ¿Qué ha caído una bomba y ha matado a siete? Pues ha caído una bomba y ha matado a siete. ¿Qué la ha tirado fulanito? Pues ha sido fulanito. Si quieres arreglar el mundo, mi consejo es que te metas en una ONG, no seas periodista. Muchas veces, se confunde la barrera entre el activista y el periodista, y yo creo que tiene que quedar totalmente clara. Otra cosa es que seas indiferente a las barbaridades. Por ejemplo, lo que estamos viendo ahora en Gaza. Hombre, pues claro que Israel tiene derecho a defenderse, porque le han matado a 1.200 ciudadanos. Pero su uso de la fuerza ha matado a más de 5.000 niños, que es difícil que fueran combatientes, ¿no? Como periodista tienes la obligación de denunciar eso y de aislarte de las críticas que puedas recibir por contar lo que ocurre.
¿Es muy costoso el peaje a pagar por ello en el terreno personal?
Cuando hago una cobertura en un conflicto procuro no perder la perspectiva, mantener un poco las distancias. Es difícil, porque las víctimas de una guerra no son números. Debajo de las crónicas de matanzas hay personas, sentimientos y vidas destrozadas. Por eso, el periodista tiene la obligación de humanizar sus crónicas, porque veinte muertos no son veinte muertos, tienen nombre, apellidos, vidas, hijos, padres, etc. En mi caso intento no hacer demasiados vínculos personales, aunque es prácticamente imposible. Claro que te puede afectar personalmente. Cuando al niño con el que juegas o al que das un caramelo cada vez que vuelves al hotel lo mata una bomba y tiene la edad de tu hijo, entonces te derrumbas. Y eso no es bueno para tu trabajo, pero es inevitable.
¿Ha vivido muchas situaciones así?
Bueno, en Gaza tenemos bastantes amigos que ya han muerto. Teníamos un conductor que era muy bueno, muy formal y lo mataron. También a un niño al que le solíamos dar ‘pines’ del Real Madrid, que nos hizo de guía. También compañeros periodistas y amigos a los que han matado. Todos llevamos esa mochila.
Hay miles de historias que no vas a contar porque no entran en un telediario. El ritmo de la tele tampoco te permite profundizar muchas veces, porque en una mañana debes tener una historia. Puedes entrevistar a una mujer a la que le han matado a tres hijos, pero no vas a saber lo que será de ella. En mi caso, he escrito libros como La niña a las puertas del infierno o El médico de Mosul, para desarrollar historias que no se pueden contar en el telediario y cuento a través de novelas.
“Los periodistas estamos para contar lo que pasa, no para arreglar el mundo. Somos periodistas, no activistas”
¿Cuánto ha cambiado el oficio del corresponsal de guerra en los últimos años?
Ha cambiado enormemente, fundamentalmente, por las redes sociales. Los filtros de control de calidad o de rigurosidad han desaparecido. Cualquiera con un móvil tiene acceso al público. Eso se traduce en la proliferación de noticias falsas. Antes, un político o el portavoz de un bando en conflicto necesitaba someterse al escrutinio de los medios de comunicación para que su mensaje llegara al gran público. Ahora no lo necesitan. Es decir, ahora el portavoz de los talibanes puede soltar cualquier barrabasada y tiene tres o cuatro millones de seguidores en redes que multiplican su eco, no pasa el filtro de una rueda de prensa o del periodista independiente que cuestiona lo que está diciendo. Pero eso no solo ocurre en las guerras. En España vemos que cada vez es más frecuente que un político haga una declaración en pantalla y ya está, sin preguntas de periodistas. Esto nos ha convertido a los periodistas en testigos incómodos, cuando antes éramos objeto de deseo.
Hay analistas que aseguran que detrás de los conflictos de Ucrania o de Israel está de fondo una lucha de bloques por la supremacía mundial, con China a la cabeza frente a EE. UU. ¿Qué opina?
Bueno, yo creo que el concepto de lucha de bloques, como se aplicaba en la Guerra Fría, ha pasado un poco a la historia. Rusia vuelve a reivindicar su papel como potencia mundial pero ya no son dos bloques tan claramente diferenciados y tan llevados al extremo de la confrontación. Entre otras cosas, porque ha aparecido China, que es un país que de momento prefiere la competencia antes que la confrontación.
“Cuando no se limita la inclinación violenta del ser humano aparecen los monstruos”
¿Cómo ve el final de los conflictos de Ucrania y de Palestina?
Es que no les veo final. El de Israel y Palestina va a seguir hasta que el apoyo occidental a Israel se acabe, es un conflicto enquistado. Israel, como dicen ellos, es la última barrera de Occidente, pero en realidad, es un Estado de muy difícil viabilidad si no consigue una paz con los vecinos, porque es un país que está rodeado de árabes, de enemigos que demográficamente crecen mucho más. Israel debe buscar tarde o temprano la paz con sus vecinos. Y el conflicto de Ucrania, desgraciadamente, seguirá hasta que Rusia se dé cuenta de que mantenerlo le resulta más caro que los beneficios que tiene con él. Lo que pasa es que Putin tiene muy difícil salida. Yo no veo una salida en un plazo menor de dos años.
¿Cree que la violencia forma parte de la esencia del ser humano?
Creo que el ser humano tiene una inclinación violenta, nos guste o no. Cuando no hay limitaciones a esa inclinación a la violencia, como pasa en las guerras, pues aparecen los monstruos capaces de violar a una madre delante de sus hijos o de decapitar a un niño frente a sus padres. El ser humano tiene también la capacidad infinita de justificarse cuando perpetra esas barbaridades. Muchas veces, es capaz de pervertir la ideología, la religión o los valores de respeto a los derechos humanos y utilizarlos para lo contrario de lo que se crearon. Hemos creado la religión o los derechos humanos o las ideologías para vivir en paz, pero somos capaces de utilizarlos para matar al otro. La guerra ha convivido siempre con el ser humano, es algo inherente a él.
No suena muy esperanzador. ¿Nunca acabarán las guerras?
No, siempre va a haber guerras. Ojalá cubriéramos el fin de la última guerra, pero eso no va a ocurrir. Desgraciadamente, la guerra ha sido una forma de relación humana a través de los tiempos y, si lo miras fríamente, también ha sido uno de los principales motores de desarrollo científico y tecnológico. La guerra nos ha ido acompañando durante todas las etapas de nuestra historia. Eso no quiere decir que no haya que trabajar para que la guerra se acabe. El multilateralismo basado en la ONU o la Unión Europea, tan criticados, han traído medio siglo de paz a un continente que estaba acostumbrado a matarse. Porque lo cierto es que en Europa es donde más nos hemos matado a lo largo de los siglos. Ahora vivimos con la percepción de que la democracia es el sistema mayoritario en el mundo, y que la paz reina en la mayoría de los países, pero es una percepción falsa. Lo cierto es que el ser humano va a seguir matándose durante mucho tiempo.
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