El viaje vital de una perra abandonada y maltratada hasta encontrar una familia y triunfar en el cine

Flor, de la calle a la alfombra roja

Aprovechar las segundas oportunidades en la vida no es algo exclusivo de los seres humanos. Este ha sido el caso de Flor, una perra mestiza que pasó de un infierno de malos tratos y ser abandonada en un contenedor de basura a encontrar una nueva familia con la que ser feliz e, incluso, convertirse en una estrella de la gran pantalla. Su participación en la película Un amor, de Isabel Coixet conmueve y, ¡guau!, la ha hecho merecedora de varios galardones.

Por Rafael Olea

30/12/2024
Flor

Flor fue abandonada, como tantos animales de compañía, cuando las personas con las que convivía y que conformaban su manada o familia decidieron prescindir de ella. Estaba en un estado terrible y había conocido la peor cara del ser humano, pues había sido maltratada. Incluso, había sufrido quemaduras en la cara, que le dejaron sus características cicatrices.

Estaba totalmente atemorizada cuando la encontraron en aquel contenedor. Tenía miedo de las personas. Tardó mucho en confiar en ellas. Todavía no sabía que había humanos buenos y que podían cuidarla. Aquellos miembros de la protectora Segundas Oportunidades, que ayuda a animales abandonados como ella, como tantos otros, fueron abriendo su corazón al tiempo que curaban su salud mental y física.

‘Un amor’ a primera vista

Cuando Claudia Vargas visualizó un vídeo de esa protectora, quedó impactada al ver a esa adorable perrita con la cara quemada. “Fue un amor a primera vista”, recuerda. Decidió conocerla mejor y, tras evidenciar que “había química” entre ambas, sintió la necesidad de adoptarla y convivir juntas. “No le costó trabajo adaptarse a la casa, sí a la periferia, a las calles o a tantos coches, que le daban pánico. Fue un trabajo bastante intenso por parte de las dos. Hemos tenido que acudir a un etólogo para que superara sus miedos. Al final creo que lo hemos logrado. No tiene traumas muy grandes en cuanto a la convivencia con personas o con otros animales. Es más, es una perra muy maja que va saludando a todo mundo, quiere jugar con todos los perros”.

“Flor es dinamita pura”, dice Vargas. “Me ha aportado una infinidad de cosas, como mucha paciencia que no sabía que tenía cuando era una cachorrita hiperactiva. Muchos ratos de entretenimiento, de felicidad, de compañía, de complicidad…”, añade.

‘Un amor’ de película

Una vez establecida con su nueva familia, por casualidad tuvo la oportunidad de debutar en el cine. Claudia Vargas preguntó a su vendedor de pienso por alguien que pudiera cuidarla en sus vacaciones y ahí fue cuando Gabriel Cardona entró en la vida de Flor. Se trata del adiestrador de Animales a Rodar, una empresa que los entrena para actuar en cine, TV y publicidad. “Tengo una profesión maravillosa. Todos los días tengo contacto con algún animal, no solo perros, desde elefantes hasta hormigas”, aclara.

Sobre Flor, Cardona destaca que le pareció “una perra maravillosa, especial. Es como si el guion estuviera escrito para Flor por sus características físicas y comportamiento, pues se requería que fuera un animal desconfiado y así fue como empezó la película”. En ella, interpreta a Sieso, un perro abandonado que abre su corazón a Nat, una joven que huye de la estresante vida de la ciudad, interpretada por Laia Costa.

Flor pasó de convivir con un ser humano “que lo tenía todo menos humanidad” a recuperarse y ser adoptada por Claudia Vargas

“Es un perro muy especial”, afirma Cardona. La película necesitaba un animal “muy sufrido y castigado”. Flor se adaptó de maravilla y en la pantalla pasó de perrito asustadizo a abrirse y mostrar su corazón a Nat. “Al final del rodaje”, aclara Cardona, “hubo un cambio radical, era otra perra que jugaba con la pelota, que podía ir suelta, que se acercaba a todo el mundo”. Asimismo, recuerda que “es muy divertida y traviesa” cuando no estaban grabando.

Emoción

Tras Claudia Vargas y Gabriel Cardona, la siguiente persona que entró en el viaje de Flor a la gran pantalla fue la prestigiosa directora de cine Isabel Coixet, ganadora de ocho Goyas.

“Hay momentos y primeros planos de Flor en la película que me siguen emocionando mucho”, afirma la cineasta. Subraya que “todos le cogimos un cariño inmenso y la prueba es la fiesta de despedida” que hicieron al can. Sobre el rodaje, recuerda que Flor “había veces que iba a su bola, pero en general se adaptó superbién al equipo.

Incluso, para evitar que la perrita lo pudiera pasar mal en una escena en la que la Guardia Civil y una veterinaria arrancan al can de los brazos de Laia Costa mientras esta llora, optó por grabar una sola toma para evitar sufrimientos innecesarios al can. “No hace falta pasarlo mal”, afirma la cineasta, que reconoce con alivio que “también es verdad que luego le dimos una chuche y se le pasó el disgusto enseguida”.

No solo Coixet. La misma Laia Costa reconoció que el vínculo que fue creando durante el rodaje con Flor llegó a ser tan fuerte, que lloró de verdad en esa toma al pensar qué es lo que se siente cuando se arranca a un animal de su entorno.

Flor ganó el premio ‘Al animal comprometido con la sociedad’ de Colvema por su papel en la película ‘Un amor’

A Flor “le despistaban”, explica Coixet, “los supuestos cambios de humor de Laia”, pues se sorprendía cuando la actriz, con la que mantenía un fuerte vínculo, interpretaba un momento superdramático y justo después, al cortar el rodaje, volviese a aparecer tranquila. No obstante, precisa que “enseguida se le pasaba”. Flor impactó tanto a Coixet, que la cineasta decidió cambiar el argumento de la película para crear un final alternativo al del libro Un amor de Sara Mesa (ed. Anagrama) en el que está basada. “Es como si el guion estuviese escrito para Flor por sus características físicas, por su comportamiento, porque empezó la película de una manera, pero la acabó de otra”. “El papel de Flor en la película fue una pasada. Fue muy sorprendente para mí”, precisa la persona que la adoptó y que convive con ella, Claudia Vargas. “Al ver su papel en la película, me emocioné mucho. Lloré como una magdalena”, confiesa.

Hoy viven juntas. Flor sigue siendo sociable y algo más disciplinada, y ‘un amor’, como el título de la película por el que ha ganado el premio ‘Al animal comprometido con la sociedad’ del Colegio de Veterinarios de Madrid (Colvema) y el Guauoya 2024, que reconoce a los mejores personajes caninos que transmiten valores relacionados con la protección animal.

Isabel Coixet
La cineasta ganadora de ocho Goyas Isabel Coixet.

Isabel Coixet: “Hay algo en la mirada de un perro que es insondable”

Reconocida por un personal estilo cinematográfico y una narrativa íntima, la reconocida directora, ganadora de ocho Goyas y autora de aclamadas películas como La vida secreta de las palabras o Mi vida sin mí, apostó por dar protagonismo a la perrita Flor en su última película, titulada Un amor.

Isabel Coixet (Barcelona, 1960) se declara amante de los animales. “Realmente me gustan mucho los perros, siempre he tenido”, afirma, a la vez que recuerda y lamenta, con cierta nostalgia, que ha tenido muchos gatos, “hasta que un día casi me muero de asma y descubrieron que era alérgica a ellos, con lo cual los dos gatos que tenía los tuve que dar porque no podía respirar”.

La directora recuerda la mirada de la perrita Flor, cuyos primeros planos le siguen emocionando, a la vez que afirma que “hay algo en la mirada de un perro que es insondable”.

Sobre rodar con animales, Coixet exige que si hay que hacerlo, siempre debe ser “por buenas razones” y tener en cuenta su bienestar, porque “el animal no tiene por qué estar” en el rodaje. Por ello, subraya que hay que tratarle “lo mejor que podamos y también minimizar el esfuerzo que tenga que hacer”.

“En las películas no estamos haciendo un retrato de la realidad. Muchas veces estamos haciendo un retrato de la realidad como querríamos que fuera”. Eso la llevó a cambiar el guion e incluir a Flor. “En ese sentido, pensé que lo mejor era que volviera” de un final más trágico que tiene en la novela.

“Creo que el cine, la danza, el teatro, la literatura o la pintura tienen que darnos destellos de esperanza porque si no lo único que hacen es reafirmar el nihilismo, lo mal que está todo. Es un estímulo que no sirve para nada. La gente ya ve cómo son las cosas y cómo son las cosas en el mundo real. La posibilidad de soñar en un mundo mejor nos hace avanzar y si no, al menos nos ayuda a sobrellevar este”.

 

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