José Manuel González Huesa, director de Perfiles y director general de Servimedia
Catástrofe y desamparo
La última semana de octubre de 2024 pasará a la historia de España como una de las fechas negras de las peores catástrofes naturales. Una avalancha de agua, envuelta en una dana, con ramificaciones torrenciales y tornados, provocaron precipitaciones de más de 500 litros de agua por metro cuadrado y envolvieron, especialmente los alrededores de Valencia, en una trampa mortal para miles de ciudadanos que vieron cómo se inundaban sus casas, sus coches, sus pertenencias. Lo peor: el balance en vidas humanas, con centenares de fallecidos y desaparecidos.
Por José Manuel González Huesa
Parece increíble que en pleno siglo XXI puedan seguir sucediendo este tipo de episodios. En 1957 un fenómeno similar segó la vida de 300 personas. A raíz de este episodio, se iniciaron los trámites para desviar el cauce del río Turia en Valencia y construir embalses. En 1982 la presa de Tous desbordó la zona y cortó el futuro de más de 40 personas. Este último episodio lo viví de cerca, en uno de mis primeros reportajes en el diario ‘El Caso’.
Hoy estas imágenes dolorosas se han vuelto a repetir. ¿Qué falló? ¿Por qué no se avisó con suficiente antelación a la población? ¿Por qué los ciudadanos no fueron más prudentes y dejaron de utilizar los vehículos? ¿Por qué nadie avisó de la turbulencia del agua en zonas donde apenas llovió, pero que el torrente sepultó localidades enteras? ¿Por qué no se coordinaron mejor las autoridades nacionales y autonómicas?
Otro capítulo que merece un especial tratamiento es ¿por qué no se hace caso a los expertos, como los geólogos? ¿Por qué se sigue construyendo en cauces de ríos o en zonas pantanosas?
Muchas incógnitas por resolver para un país que ha quedado desolado y que, una vez más, debe aprender de una catástrofe para evitar algo parecido en el futuro
Además de la dimensión humana, esta catástrofe se ha llevado por delante miles de hectáreas de cosechas y árboles frutales, cientos de centros logísticos de distribución y almacenes, que pueden provocar una subida de los precios de los alimentos. La destrucción de las infraestructuras, como carreteras o vías de tren, también ponen el foco en el desarrollo de este tipo de obras en zonas de riesgo y son un aviso para futuras construcciones.
Muchas incógnitas por resolver para un país que ha quedado desolado y que, una vez más, debe aprender de una catástrofe para evitar algo parecido en el futuro. La vida de una sola persona merece la pena que pensemos en las causas para evitar las peores consecuencias para el ser humano.
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