Patricia Ramírez, psicóloga

“No nos engañemos, no hay tiempo para todo”

Patricia Ramírez, conocida en redes como Patri Psicóloga, es una de las mayores divulgadoras del ramo en España, que destaca por su habilidad para explicar los trastornos psicológicos de manera que todos podamos entenderlos y también por darnos pautas para vivir mejor, pero sobre todo con serenidad. “No hay tiempo para todo”, nos subraya Patricia Ramírez en esta entrevista, al tiempo que alerta de algunos “gurús descerebrados” de la productividad, que pueden llegar a minar nuestra autoestima.

Por Carolina Martínez

20/11/2024
Patri Psicóloga

Psicóloga, escritora, conferenciante, actriz y divulgadora en diferentes medios de comunicación, Patricia da charlas e imparte talleres, pero lo que más le gusta, nos confiesa, es el teatro. Con obras como La ansiedad no mata, pero fatiga ha logrado colgar el cartel de ‘no hay entradas’ pero, sobre todo, conectar con las inquietudes y sensaciones del público.

¿La salud mental parece que por fin se está convirtiendo en una prioridad social, pero verdaderamente estamos peor o es que hablamos más de ello?

Creo que las dos cosas. La pandemia dio pie a visibilizar el estado emocional de cada uno y cómo estaba viviendo la situación. Y fue un efecto de contagio. Si tú hablas de que estás mal y tienes ansiedad y tienes miedo, pues parece que lo naturalizamos. Los trastornos de ansiedad son los más comunes en el siglo XXI, mientras que los trastornos depresivos lo fueron en el siglo XX. Los trastornos de ansiedad están muy relacionados con nuestro estilo de vida. Diría que son las dos cosas: ahora sí se habla más, pero llevamos sufriendo trastornos de ansiedad desde hace muchísimos, muchísimos años.

¿Y qué está pasando? ¿Por qué? ¿Qué es lo que estamos haciendo mal como sociedad para que cada vez haya más ansiedad?

Estamos en este sinvivir, rodeados de estresores. Tenemos una obra que se llama La ansiedad no mata, pero fatiga, en la que hablamos de todos ellos. La mujer, sobre todo, presenta niveles altísimos de ansiedad. Ahora hay muchos hombres más presentes, más corresponsables, pero la mujer todavía lleva el peso de ese trabajo invisible, de la organización de la casa y de lo que hay dentro. Y claro, no nos engañemos, no hay tiempo para todo. Hemos normalizado que la prisa, el correr, tener unas agendas interminables y vivir con ansiedad es normal.

Estamos rodeadas de estresores, que vienen por parte del trabajo, el cuidado de los hijos, el querer ser perfectas… Son tantas cosas de las que una se tiene que ocupar, que la vida no da y vamos con la lengua fuera, con esa sensación de desasosiego.

“Cuanta más atención pones en todo lo que no te gusta, menos atención prestas a las cosas que sí funcionan. Tenemos que ser capaces de elegir nuestra batalla, de aceptar que hay cosas que no podemos cambiar”

Si a esto le sumas que además no hay tiempo para todo aquello que regula las emociones, que sería dormir ocho horas, tener tiempo de lectura, descansar durante el día con una pequeña siesta, desconectar, dejar la tecnología, hacer ejercicio de forma regular, comer de forma correcta o meditar, nos convertimos en una bomba de relojería y sufrimos el denominado síndrome de la vida ocupada. Lo peor de todo es que en el momento en el que tienes un ratito para ti, de desconexión, tu sensación es que estás perdiendo el tiempo y piensas ‘si debería estar poniendo una lavadora, preparando la comida para mañana, llamando a mi madre’. Ni siquiera en el tiempo de descanso nos permitimos ese descanso.

¿Qué es el síndrome de la vida ocupada?

El síndrome de la vida ocupada no es un trastorno mental, no está tipificado dentro de los manuales que tenemos los psicólogos para el diagnóstico, pero sí recoge perfectamente este estilo de vida basado en el consumismo: nuestro cerebro desea todo y comprando pensamos que parcheamos nuestras emociones, pero lo que hacemos es alimentar este cerebro cortoplacista. Lo quiero ya, pensando que eso nos dará placer, cuando realmente el deseo de algo no tiene nada que ver con el placer que luego nos genera su posesión. Entonces, la prisa, el consumismo, las redes sociales, que llevan a compararte con vidas aparentemente perfectas, que por supuesto no lo son, te llevan a sentir ese desasosiego. Además, nuestros propios pensamientos pueden autosabotearnos con mensajes como no estás a la altura, deberías perder peso, te estás haciendo mayor, en el trabajo te están haciendo la cama, no pasas tiempo con tu pareja, has gritado a los niños. Todos esos pensamientos, relacionados con nuestra parte más vulnerable, generan malestar y ansiedad.

¿Cuando hablamos de ansiedad hablamos de personas realmente diagnosticadas o de una sensación pasajera?

Creo que el término ‘qué depre estoy’ o ‘qué ansiosa’ se ha vuelto algo muy cotidiano. Uno puede tener síntomas de ansiedad y reconocerlos, porque son fáciles de reconocer, como la sensación de ahogo, palpitaciones, ganas de llorar, problemas para conciliar el sueño o ver que no te concentras, que se te olvidan cosas, pero no tener un trastorno de ansiedad. Una cosa es tener sintomatología y otra cosa ser diagnosticado con un trastorno de ansiedad. Para estar diagnosticado tienes que presentar toda esa sintomatología, algunos criterios más y, sobre todo, que se mantenga durante un tiempo, porque está claro que dos días nerviosos nos pueden pasar a cualquiera. El problema es que esa sintomatología ansiosa empiece a repercutir en tu vida cotidiana, en tu vida profesional o limitándote tu vida social. Entonces hablaríamos de un trastorno de ansiedad.

“La actividad física es irrenunciable, debe incorporarse a nuestras rutinas”

Uno de los grandes temas es cómo afectan las redes sociales a nuestra salud mental, ya sea depresión o ansiedad no diagnosticada. Ese famoso FOMO (Fear of Missing Out en inglés, traducido como ‘miedo a perderse algo’) que las redes sociales contribuyen a acrecentar.

Bueno, este sería otro estresor. Hoy en día nuestro cerebro está expuesto a un montón de información que viene de la tecnología y de las redes sociales. Estamos sobreinformados. Debemos hacer un buen uso de las redes sociales, que pueden ser maravillosas, porque puedes seguir a una serie de profesionales con credibilidad, a nivel, por ejemplo, de psicología, medicina o salud, pero con criterio científico, que te ayuden a reflexionar, a calmar tu vida. Pero puedes seguir a gente que dice barbaridades: que tú no tienes techo y no tienes límite y que en esta vida todo es actitud.

Hay que evitar seguir a personas un poco descerebradas que hacen que te sientas frustrada, culpable de tener una vida mediocre, cuando podrías aspirar a mucho más, pero no lo estás haciendo. Eso es mentira, pero además genera muchísima ansiedad, mucha culpabilidad y frustración. Hay que desconectar y tener momentos de cero tecnología, hay que elegir muy bien a quien seguir. Es importante hacer una selección con cabeza y criterio.

Otro de los grandes temas de las redes son los gurús de la productividad. ¿Por qué hay tantos? ¿Nos hace falta ser más productivos en nuestra vida personal?

No nos hace falta ser más productivos, ni trabajar más horas de las que hacemos, ni tenemos por qué ganar más dinero, ni tenemos por qué estar en el top ten de nada. Yo hago una apología de la mediocridad. Es que no pasa nada por ser mediocre. Tú y yo somos mediocres. ¿Por qué? Porque para mí en el top ten está la gente que por su naturaleza y, por supuesto, luego por su trabajo, ha conseguido desarrollar un talento sobrenatural, como puede ser Rafa Nadal. Pero no lo han conseguido solo con esfuerzo y perseverancia, sino porque la vida les ha dotado de algo. Estos gurús al final generan un sentimiento de culpa tremendo.

¿Dar tu mejor versión 24 horas al día? ¿Los cinco pasos para ganar un millón de euros? No podemos estar todo el día compitiendo. Tenemos que trabajar en mejorar cosas que podemos mejorar, por ejemplo, dejar de fumar, trabajar la impaciencia… Todo eso lo tienes que trabajar, pero no puede ser que estemos todo el día compitiendo.

“No nos hace falta ser más productivos, ni trabajar más, ni tenemos por qué ganar más dinero. No pasa nada por ser mediocre”

Por otra parte, se puede pensar, quizá, que ahora también nos quejamos más que antes. ¿Cree que nos quejamos demasiado?

Por un lado está bien poder hablar de las cosas que sentimos, de lo que nos molesta, pero no podemos convertir todo aquello que nos molesta en un monotema. Nuestra mente tiene una atención selectiva y limitada, así que cuanta más atención pones en todo lo que no te gusta, menos atención prestas a las cosas que sí funcionan. Tenemos que ser capaces de elegir nuestra batalla, de aceptar que hay cosas que no podemos cambiar, de entender que el mundo no es perfecto y que no lo va a ser, y aprender a convivir con esas incomodidades.

¿Qué rutinas aconsejarías para mantener bienestar emocional?

Lo más básico tiene que ver con aquello que regula nuestros neurotransmisores. Son las sustancias químicas que tiene el cerebro que ayudan a tener bienestar. Lo más básico es dormir entre 7 y 8 horas, pero mucha gente no lo hace. El descanso es fundamental porque es el momento en el que se repara todo el daño que vivimos durante el día. También insisto en las ventajas de meditar a diario porque vivimos una época en la que estamos sobreestimulados. Además, la práctica regular de actividad física, sobre todo de fuerza, no es negociable. Tiene tanto respaldo científico que hoy en día ninguna persona debería llevar una vida en la que la actividad física no forme parte de su rutina. Quedar con amigos. Tener tiempo para desconectar y para para cuidarnos. El tema de favorecer y fomentar el sentido del humor, el reírnos, hablar con la gente, tener alguna actividad de ocio o tener un propósito en la vida. Todas estas cosas son básicas y se pueden trabajar.

Patri Psicóloga 2
Como rutinas básicas para mantener nuestro bienestar emocional, Patri Psicóloga recomienda: dormir bien, meditar, realizar actividad física, reírnos y quedar con amigos.

Habla de elegir serenidad frente a felicidad, explíquenos el concepto.

La felicidad es un estado pasajero. Es como si te dijese que aspiro a estar triste. La tristeza aparece cuando algo te da pena. Bueno, pues con la felicidad pasa lo mismo, aparece en el momento del día en la que se juntan una serie de variables que te hacen disfrutar de ese momento, pero no puedes estar feliz todo el día. Pero mantener la serenidad, en un atasco, en una discusión de pareja o cuando tu hijo no te obedece, es posible. Solamente tenemos que entrenar. Cuando te estás sintiendo mal, y tienes ira por diferentes razones, lo mejor es aplazar, podemos hacerlo, pero lo tenemos que entrenar, porque si no lo entrenas, cuando llegue el momento saltarás.

¿Hay un problema de salud mental entre los adolescentes?

Problemas de incomprensión con los adolescentes ha habido siempre, pero creo que ahora vivimos un momento idílico para relacionarnos con ellos de otra manera. Cuando tenía 15 años mi padre no sabía lo que era la disciplina positiva, no sabía que se podía educar desde comprensión, respeto y amor. Hoy hay mucha información para ayudar a tratar de entender cómo se sienten. Creo que los adolescentes siguen teniendo las mismas inquietudes, preocupaciones e inseguridades que antes, algunas es verdad que fomentadas por las redes sociales, pero no creo que hayan cambiado tanto. Podemos tener una relación distinta con ellos, de confianza, de honestidad. Hay un montón de teorías, científicamente avaladas, que dicen que cuando escuchas, respetas, aceptas, dialogas e intentas ayudar a gestionar sus emociones, la relación puede ser maravillosa. No sirve seguir educando en el siglo XXI con las normas del siglo XX porque todo ha cambiado.

De toda tu actividad profesional, divulgadora, autora de libros, podcast, teatro, talleres… ¿Hay alguna que te guste más?

Me gusta mucho divulgar. Ha sido un eje transversal en mi vida. En el año 96 ya estaba en radio haciendo un programa de psicología, pero en este momento con lo que más disfruto es con las obras de teatro, porque hemos convertido la psicología en comedia. La gente aprende de ella a la vez que pasa un rato súperagradable.

 

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