La historia del ‘Proyecto Mirar’ contada por Leo Harlem
“El arte al final es poner sentimiento a las cosas”
El Proyecto Mirar 4.0 busca transformar la vida de personas con discapacidad intelectual a través del arte en todos sus formatos (escultura, pintura, poesía, fotografía, etc.). Desde el principio cuenta con el humor y la cercanía del cómico Leo Harlem.
Por Daniel Alonso Viña
“¡Buenos días!”, dijo Leo Harlem desde lo alto del escenario. Eras las doce de la mañana de un sábado de este otoño. Entre las butacas del Ateneo de Madrid había alguna cara con los ojos a punto de cerrarse, y Leo lo sabía. “¿Cuesta, verdad? Cuesta por la mañana, un poquito”, dijo, y empezó a reírse, y su risa contagió a los presentes, unas 170 personas. Los que andaban un poco dormidos se despertaron del todo. Leo Harlem volvió a atacar, pero esta vez con el comienzo de una historia, la de cómo nació el denominado Proyecto Mirar, una iniciativa que busca la inclusión social y el desarrollo creativo de las personas con discapacidad.
Este proyecto, promovido por la Fundación Personas en colaboración con Fundación La Caixa, apuesta por utilizar el arte como herramienta para estimular la imaginación, la autonomía y la inclusión de sus “creadores”. Ofrece a los participantes la oportunidad de explorar diversas disciplinas artísticas como la pintura, la escultura, el teatro y la música, a través de talleres y clases dirigidas por profesionales del arte. Empezó en 2020. La cuarta edición se presentó a finales de septiembre en el Ateneo de Madrid, en un auditorio lleno de autoridades, antiguos participantes del proyecto y familiares.
Taylor Swift
“Todo empezó como una bobada en un bar, y ahora aquí estamos, en el Ateneo. ¿Dónde vamos a acabar? No lo sé. ¿Cerraremos el Bernabéu algún día? Puede ser. Taylor Swift [dicho “tailor suif”] está temblando”, dijo Leo, y el auditorio volvió a reír. El evento de presentación de la cuarta temporada de esta iniciativa fue un reflejo de todos los esfuerzos realizados, y de las historias de aquellos creadores que sostienen el Proyecto Mirar.
“Había que incorporar una parte creativa a los servicios que se les proporcionan a las personas con discapacidad”
“¿Qué es discapacidad?”
En el centro del escenario, sentados en forma de media luna, estaban los conferenciantes. El Proyecto Mirar 4.0 explorará una cuestión esencial: “¿Qué no es discapacidad?”.
Leo, un poco más serio (no mucho) que antes, introdujo el tema “con el propósito de analizar un cambio en nuestra mirada que nos ayude a desprendernos de los prejuicios establecidos. Porque la discapacidad no es motivo de exclusión, ni vergüenza, ni inferioridad”. Para intentar contestar a esa pregunta pasaron por el estrado varias personalidades. Marta Sanz, la vicepresidenta primera del Ateneo, para dar la bienvenida a los presentes y agradecer su presencia. Gustavo Martín Garzo, escritor nacido en Valladolid, es colaborador del proyecto desde sus comienzos, y disertó sobre aquello que nos falta y a la vez nos complementa con los otros.
“¿Qué es normal?”
Martín Garzo habló del término discapacidad, y de que su creación obliga a la existencia de su opuesto, la normalidad. “Pero no lo olvidemos, este es solo un concepto estadístico”, reflexionó. “Pero, ¿qué es ser normal? Bien mirado, lo normal es que no sepamos quiénes somos, que siempre estemos haciéndonos. Lo que nos define como seres humanos no es tanto lo que tenemos, sino el proceso por el que podemos llegar a transformarnos en otra cosa. No lo que somos, sino lo que deberíamos ser”. Luego habló de la literatura, de la importancia de las historias, de la creatividad y del mundo del arte, porque “hemos mejorado tecnológicamente, pero no hemos avanzado gran cosa en eso que los antiguos llamaban alma”. Y esa es la tarea del arte. “Muy bien, Gustavo”, afirmó Leo tras escuchar las palabras de Martín Garzo.
Ciencia y discapacidad
A continuación, Inés Rodríguez Hidalgo, astrofísica y directora del Museo de la Ciencia de Valladolid, contó su historia —más bien, la historia de su relación con la discapacidad— es impresionante y conmovedora, en ese orden.
“Soy Inés, la madre de Arturo, y he venido a hablar de mi hijo”, empezó su discurso, pero antes se lanzó a hacer un recuento de todas sus discapacidades: “Auditiva, cada vez escucho menos del oído izquierdo, visual también, soy miope desde los once años, soy nula para la actividad física y el deporte, y pienso que correr es de cobardes, y soy PAS, persona de alta sensibilidad”. También tiene TOC, trastorno obsesivo-compulsivo. “No soporto un cuadro torcido”, sentenció.
“Estas discapacidades mías conviven con el resto de lo que soy y, como las discapacidades de todo el mundo, no son rasgos esenciales de personalidad, son condiciones”, sentenció. Luego habló de su hijo, de 21 años, al que ha criado ella sola desde los nueve meses. Dice que es un tío bravo, valiente, pero también cansino. Es especialista “en dinosaurios, el mundo ferroviario, peces cartilaginosos y cetáceos, aves esfenisciformes y lepidópteros”.
“Siempre me ha gustado el arte bruto de la gente que no ha aprendido en una escuela de arte, la expresión en su versión más original”
La música clásica le apasiona. Goza de ella como nadie. “Tiene oído absoluto”, y mil capacidades más que le permiten vivir una vida independiente al margen de su discapacidad. “Se me olvidaba”, dijo Rodríguez antes de irse, “pero es que Arturo tiene reconocida una discapacidad del 79%, pero es que eso ni es él, ni lo define”.
La siguiente fue Elena Bravo, participante del Proyecto Mirar: “Cuando me preguntaron lo que no es discapacidad, pensé en una persona distinta a mí. Pronto me di cuenta de que estaba muy equivocada. Referirse a alguien como persona con discapacidad es erróneo, porque habla de lo que no sabemos hacer. Y eso es injusto”.
El psicólogo Miguel Ángel Verdugo, catedrático de Psicología de la Discapacidad de la Universidad de Salamanca, destacó la necesidad de ver esta condición como realidad que hay que reconocer para poder apoyar con diversos recursos a esas personas. El fotógrafo Ricardo González habló de varios proyectos que ha realizado junto a los creadores del Proyecto Mirar.
Leo, al estrado
Leo Harlem cuenta en una entrevista con PERFILES la historia de los orígenes de este proyecto: “Siempre me ha gustado el arte bruto de la gente que no ha aprendido en una escuela de arte, la expresión en su versión más original”.
“Y siempre he notado, por mi participación en la marcha Asprona y en otros eventos de la Fundación Personas, que había que incorporar una parte creativa a los servicios que se les proporcionan a las personas con discapacidad. Se desarrollan otros aspectos de su vida, como el aspecto laboral, pero casi nada el lado artístico”. De ahí nació el primer grupo creativo y los primeros proyectos. Luego vino la pandemia.
Martín Garzo: “Hemos mejorado tecnológicamente, pero no hemos avanzado gran cosa en el alma”
“Nos vino muy bien, porque nos obligó a cambiar el formato y se abarató. Podíamos hacerlo con la pantalla, y cada uno podía estar en su casa”, contó. Luego llegó el fin de la pandemia y muchos proyectos, que han conseguido conectar a 18 artistas con más de 70 creadores de Guardo, Palencia, Segovia, Valladolid y otras ciudades y pueblos de Castilla y León. Han hecho “abrazapájaros”, figuras humanoides de metal que recubrieron los distintos creadores con telas, pinturas y algodones. Presentaron ese proyecto en el Real Jardín Botánico de Madrid a finales del año pasado.
También han hecho dibujo, poesía, teatro, han trabajado con cerámica y con barro, con papel, flores, telas y maderas, y han hecho hasta murales. “La gente se apunta y en Valladolid podemos coordinarnos muy bien, somos como pequeños guerrilleros capaces de tener un gran impacto. Estoy encantado, es una cosa muy bonita”.
El cuarto año va de movimiento, pero improvisan mucho. “Que conocemos a un jardinero que quiere dar un taller, pues genial, convocamos a los creadores y todo es conocimiento. El arte al final es poner sentimiento a las cosas”.
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