Banca ética, la respuesta al desafío de la sostenibilidad

Por Juan Garibí, director de Desarrollo y Estrategia en Fiare Banca Ética

20/12/2023
Juan Garibi, director de Desarrollo y Estrategia en Fiare Banca Ética, posando sentado en un banco.

En la actualidad el sector bancario se encuentra inmerso en un proceso de transformación de doble vertiente. A la omnipresente digitalización, que despersonaliza los proyectos, las inversiones y los créditos para reducirlos a dígitos en manos de la inteligencia artificial, se suma por otro lado la necesidad de alejarse de la maximización de beneficios a corto plazo para abordar un enfoque más sostenible y honesto y acorde con las políticas ASG.

La banca ética, que pone en valor a las personas y sus necesidades con el respeto al medio ambiente siempre como telón de fondo y que, en suma, no busca otra cosa que cambiar el mundo adoptando decisiones económicas, no resulta ajena a estos desafíos. Pero, ¿cómo abordarlos? La respuesta quizá esté en su propia naturaleza, en la posición que adopta frente a la sociedad del siglo XXI, que exige seguridad para sus ahorros, transparencia, un impacto positivo sobre la sociedad y una dimensión humana de la economía.

El sintagma “impacto positivo” puede resultar algo abstracto, pero si hablamos de mejorar la calidad de vida de las personas, de posibilitar que familias afectadas por la subida de los tipos de interés puedan ver congelados temporalmente sus diferenciales, de luchar contra la exclusión apoyando a las empresas de inserción laboral, de apoyar la integración social de menores con dificultades o personas con discapacidad o de investigar nuevas técnicas de agricultura ecológica, entre otras muchas medidas, el impacto positivo resulta mucho más palpable.

"La banca ética no busca otra cosa que cambiar el mundo adoptando decisiones económicas"

Es este impacto precisamente la respuesta más tangible de la banca ética a la irrupción de otros tipos de inteligencia en la evaluación de riesgos y rentabilidades. Las finanzas éticas buscan también una rentabilidad, pero no en cualquier tipo de actividad económica. Así, los proyectos que provocan cambios sociales positivos se sitúan no solo en el centro de la propia estructura de las finanzas éticas, sino que lo hacen de forma exclusiva, al cien por cien, descartando actividades como la ganadería intensiva, inversiones en burbujas inmobiliarias, los que inciden negativamente sobre el medio ambiente y aquellos que se relacionen con regímenes que violan notoriamente los derechos humanos, entre otros. Este interés exclusivo por las inversiones de impacto ha de erigirse en la respuesta a los sesgos, los prejuicios y las narrativas propias de los algoritmos para primar el factor humano, social y medioambiental.

Es bien cierto que las exigencias sociales han empujado al sector bancario a incorporar principios añadidos a los estrictamente económicos para optar por unas y otras inversiones, pero aún queda un largo camino para que el sector cuente con una visión integral de las inversiones de impacto dentro de sus estructuras y para que la totalidad de estas se realicen siguiendo este criterio.

"Aún queda camino para que el sector bancario cuente con una visión integral de las inversiones de impacto"

La banca ética, que cuenta con una posición aventajada a este respecto al realizar la totalidad de sus inversiones con finalidad de impacto, se enfrenta al desafío no de marcar la diferencia con el resto del sector, sino de hacerlo notar y saberlo contar. Los ahorradores necesitan saber que su dinero no está financiando la fabricación o el comercio de armas u oficinas en paraísos fiscales y que se destina a proyectos reales que benefician de un modo u otro a la sociedad. Nuestro reto es hacérselo saber.

No podemos obviar, en todo caso, que el cortoplacismo imperante en las finanzas actuales supone una barrera para nuestro modelo de banca ética. Si el “pan para hoy” de la banca tradicional ya supone un peligroso acercamiento a la especulación, para las entidades comprometidas con los principios de finanzas éticas, supone un obstáculo de envergadura. ¿Cuántas primaveras necesita un árbol frutal para regalar sus primeros frutos? ¿En cuántos años se rentabiliza una planta solar? ¿Se puede mitigar la despoblación de un área rural de un plumazo de forma expeditiva?

La réplica a estas cuestiones está en la inversión consciente, la que practican todos aquellos ahorradores -ya se trate de particulares u organizaciones- que saben bien que los cambios reales necesitan de pilares firmes en los que asentarse y que estos necesitan de sosiego, templanza y toda la serenidad para cambiar el mundo.

Son esa ciudadanía consciente, necesitada de un nuevo modelo, quienes en consonancia con el regulador y las instituciones financieras éticas, están protagonizando el cambio, permitiendo a las entidades con principios éticos sortear los lances del futuro más inmediato, erigirse como punta de lanza del sector y ser capaces de protagonizar el cambio.

 

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