A Enrique Pérez Montero le encantaba mirar el cielo nocturno desde muy pequeño y hacerse multitud de preguntas sobre las estrellas. Por eso, este madrileño decidió estudiar Física Teórica y hacer un doctorado en Astrofísica y Cosmología en la Universidad Autónoma de Madrid. Tras dedicarse unos años a la docencia, que compaginó con la investigación, en 2011 consiguió la plaza de científico permanente en el Instituto de Astrofísica de Andalucía, en Granada.

Desde entonces, Pérez Montero ha desarrollado una larga carrera de investigación y de divulgación en el ámbito de la astrofísica y la cosmología. En la actualidad, con 49 años, vive a caballo entre Madrid y Granada, además de los muchos viajes de trabajo que realiza fuera de España.

Autor y coautor de alrededor de un centenar de publicaciones en revistas especializadas, en abril publicó el libro Astronomía no visual, una mirada no tan limitada al universo, y ahora está a punto de editarse otro escrito junto con el arqueólogo Juan Francisco Gibaja, titulado Encuentros temporales entre la astronomía y la prehistoria.

Es autor y coautor de un centenar de publicaciones en revistas especializadas

En 1999, poco después de licenciarse, a Pérez Montero le diagnosticaron una retinosis pigmentaria que fue desarrollándose a medida que hacía el doctorado. Cuando consiguió la plaza de científico titular en el CSIC en Granada ya tenía muy poco campo visual y mucha ceguera nocturna, y fue entonces cuando se afilió a la ONCE.

En todos estos años siempre ha estado vinculado a la Dirección de Zona de la ONCE en Granada, que ha sido de gran ayuda porque “es lo que me ha permitido continuar mi carrera investigadora sabiendo que hay adaptaciones y los medios que podía tener para poder seguir haciéndolo”.

Desde niño

Este astrofísico se quedó prácticamente sin visión hace siete años, pero ello no ha sido un hándicap para seguir investigando y divulgando sus conocimientos sobre astrofísica y cosmología. Al principio, este “astrónomo que no ve las estrellas”, como él mismo se define, vivía con “un grado muy grande de incertidumbre y con la filosofía de ir aprovechando el momento”, e incluso llegó a pensar que, cuando perdiese completamente la visión, tendría que dejar su profesión. Pero para nada ha sido así.

“Cuando vi que podía seguir siendo productivo en mi campo de investigación, simplemente usando el asistente de voz, el lector de pantalla y otro tipo de adaptaciones, y que podría seguir estando valorado, eso me supuso un espaldarazo moral muy muy grande porque ya sé que, aún sin ver absolutamente nada, puedo seguir muchísimos años más en mi profesión, que es la que amo y la que me gustaría seguir disfrutando”, afirma con rotundidad.

Pérez Montero ama la astronomía desde niño, cuando miraba incansablemente el cielo por las noches, una pasión a la que más tarde se unió “el amor por la física y las matemáticas”, que fue creciendo según estudiaba la carrera. “Ir descubriendo cosas en la carrera me iba dando más hambre de preguntas y de conocimiento”, dice este investigador, que se siente “muy a gusto y muy feliz” en el ámbito de la investigación astrofísica y la divulgación.

Un proyecto divulgador y un libro

El pasado mes de abril salió a la venta el libro Astronomía no visual, una mirada no tan limitada al universo (Ediciones Pirámide), en el que Pérez Montero recoge los artículos que ha ido escribiendo en el contexto del proyecto Astroaccesible, que desarrolla dentro del Instituto de Astrofísica de Andalucía. Esta iniciativa, que dirige y en la que se embarcó hace diez años, a raíz de sus primeras experiencias divulgativas en la ONCE de Granada —recuerda—, hace hincapié en la divulgación de la astronomía entre las personas ciegas y con discapacidad visual.

Con su proyecto Astroaccesible y su libro quiere derribar el prejuicio de que solo podemos comprender el universo a través de nuestros ojos. Pérez Montero tiene muy claro, y él es el mejor ejemplo, que “una persona que no ve puede dedicarse a la astronomía y, además, enseñar astronomía a otras personas ciegas y con discapacidad visual”.

También quiere demostrar que todas las adaptaciones para las personas con discapacidad visual, como maquetas, sonificaciones y audiodescripciones, entre otras, “cuando se aplican a todos los ámbitos educativos y de divulgación, independientemente de que sea para un público con o sin discapacidad, resulta muy exitoso”. Por ello, le encantaría que profesores, educadores y divulgadores “se dieran cuenta de que haciendo más inclusiva su labor se hace más eficiente”.

Su libro quiere derribar el prejuicio de que solo podemos comprender el universo a través de nuestros ojos

“Una de las primeras cosas que explico es que, normalmente, para poder entender lo que es el universo, lo que tienes que hacer es obviar lo que ves, porque tus ojos no están diseñados para entender el universo. Ni mucho menos nuestros ojos son la herramienta más adecuada para entender el tamaño de nuestro planeta en el sistema solar, el tamaño de nuestro sistema solar en nuestra galaxia o cuál es el tamaño del universo. Requiere más bien un conocimiento matemático y una capacidad para convertir cosas matemáticas en algo con relación a un espacio y un tiempo. O sea, que para nada ver o no ver condiciona el poder ser astrónomo”, afirma.

Para este científico, “casi toda la astronomía es no visual. La mayoría de la gente piensa que astronomía es salir al campo de noche y ver las estrellas, pero casi todos los datos que recogemos están tomados por telescopios, incluso en zonas del espectro electromagnético que son invisibles al ojo humano, y la mayor parte del universo está formado por lo que se llama la materia oscura, la energía oscura, que ni siquiera puede detectarse. Es decir, que la astronomía no visual, en esencia, es casi toda, lo que pasa es que no mucha gente es consciente de eso”.

Por ello, recomienda a las personas con discapacidad visual, en especial a los jóvenes, que, “si les interesa la ciencia y les gusta la astronomía, no la descarten, porque hoy en día disponemos de adaptaciones y de nuevas tecnologías que nos permiten acceder a mucha información”. “Si mi ejemplo puede servir para que otras personas con discapacidad se interesen más por la ciencia e, incluso, se dediquen de manera profesional a ella, me sentiría muy realizado”, afirma. “Hay cosas que no podemos hacer —dice—, pero somos mejores a la hora de analizar ciertos factores, con lo cual podemos ser muy útiles en muchos proyectos de investigación”.

Información e inteligencia artificial

Según Pérez Montero, ganador del Premio Especial del Jurado Prismas 2022, que conceden los Museos Científicos Coruñeses a las personas o instituciones que se hayan significado por su contribución a la divulgación científica, “la barrera que padecemos todas las personas ciegas es la del acceso a la información. Si derribamos esa barrera, uno puede ser tan eficiente en su trabajo como cualquier otro, y hoy en día, gracias a las nuevas tecnologías, es mucho más fácil”, asegura, aunque reconoce que todavía queda camino por recorrer.

En este sentido, dice emocionado que va a empezar a investigar cómo puede ayudar la inteligencia artificial a las personas ciegas. “Por un lado, me tiene inquieto, pero, por otro lado, me tiene ilusionado, así que vamos a ver qué nos puede aportar. Ahora mismo, en la sociedad existe en el ambiente la sensación de que es un peligro, pero yo creo que para las personas con discapacidad puede ser un recurso con unas capacidades infinitas casi, diría yo, para integrarnos y para incluso introducirnos en el análisis de imágenes y del contenido que está a nuestro alrededor. Tengo curiosidad por ver cómo implementar la inteligencia artificial en el trabajo mío del día a día”.

Física e historia

Pérez Montero ha escrito otro libro a medias con el arqueólogo Juan Francisco Gibaja, titulado Encuentros temporales entre la astronomía y la prehistoria, de la editorial Catarata en coedición con el CSIC. Se trata de una curiosa disertación entre un astrofísico y un prehistoriador sobre el tiempo que transcurrió en llegar la luz de ciertos astros o eventos astronómicos a la Tierra y lo que sucedía en aquellos momentos en la historia de la humanidad. Momentos como cuando nuestros antepasados inventaron la escritura, el Homo sapiens dio sus primeros pasos o nuestros 'tataratatarabuelos' los Austrolopithecus vivieron en África.

Enrique Pérez Montero dedica la mayor parte de su tiempo a sus pasiones, que son su trabajo y su familia, Yolanda, su mujer, y Elena y Aurora, sus hijas, que son lo mejor de su vida, y a algunas aficiones como la lectura, la música y el cine.

Y, por supuesto, a Rocko, su perro guía desde hace seis años, que le acompaña a todos los congresos y lugares a los que va. “Es una auténtica estrella. A mí me ha servido mucho para socializar. Le pongo los agradecimientos en todos mis artículos y en el ámbito de la astronomía es más famoso que yo”, concluye entre risas.