Antonio Muñoz Molina, probablemente el escritor español actual más reconocido, ha decidido reflejar sentimientos sobre un amor frustrado por la vida y un retrato de la vejez, y lo hace a partir de un poema que reconoce que siempre le ha estremecido y que acaba así: “No me abrazarás nunca / como esa noche, nunca / No volveré a tocarte. / No te veré morir.”

Estos versos, que la uruguaya Idea Vilariño escribió sobre su atormentada relación con Juan Carlos Onetti, cuando esta llegó a su fin, dan título a la última novela de Muñoz Molina, No te veré morir (ed. Seix Barral). Para el escritor de Úbeda representan “el reconocimiento de una despedida mucho antes de la despedida”. Y, precisamente sobre el amor, y cómo este se mantiene en el interior del ser humano pese a despedidas, ausencias y lejanías, es sobre lo que ha querido escribir el escritor jienense.

“¿Nunca te has dado cuenta dentro de un sueño de que estabas soñando?”, interpela el escritor y académico. Precisamente esa experiencia onírica fue el germen de la novela. “Nació ahí, de esa idea. En principio era un cuento, pero fue como una gota que desató algo enorme. Escribí ‘si estoy aquí y estoy viéndote y hablando contigo, esto ha de ser un sueño’, y ya no paré. Pasaron horas y seguía escribiendo a lápiz, en un cuaderno portugués porque estaba en Lisboa. Me di cuenta de que la frase no había terminado, que no me iba a detener aunque no sabía a dónde me llevaba”.

“Las ideas que tenía de la historia eran muy esquemáticas, leves. Era un reencuentro de una pareja tras medio siglo sin verse, así que dejé la frase y al día siguiente continué inventando”. Aquel sueño dentro de un sueño dio origen a Gabriel Aristu. “De pronto ya tenía una biografía”, afirma Muñoz Molina. Este personaje central en su nueva novela volvía a España tras medio siglo en Estados Unidos, a donde había acudido a triunfar dejando atrás el retraso de la dictadura franquista. Y al volver, nuevamente se reencuentra con el gran amor que dejó atrás, Adriana Zuber. Y medio siglo después, la llama de la pasión vuelve a prender porque nunca se apaga del todo, ni siquiera en la senectud. Ahí es donde la frase de Idea Vilariño que tanto le impacta, “No te veré morir”, desborda toda su carga existencial.

El reencuentro, ya en el inicio del ocaso de sus vidas, de ambos amantes refleja un sutil retrato del paso del tiempo. “He concluido que la pasión y la belleza no se acaban, incluso después de la juventud”, subraya el novelista con una mezcla de firme convicción y posible melancolía. Para construir el capital personaje de Adriana, afirma que ha tenido como referentes a muchas mujeres que “resplandecen” al llegar a una edad madura con una mirada donde está “la experiencia y la pasión”, a la vez que ironiza sobre la “locura quirúrgica y ‘photoshopica’” con la que algunas tratan de enmascarar el paso del tiempo.

Ante ello, el académico responde que “se dice que a partir de los cuarenta cada uno es responsable de su rostro, pero hay muchos que ganan en profundidad y carácter”.

California vs. España franquista

Muñoz Molina incide también en las grandes diferencias existentes entre la España democrática actual y la de un franquismo cimentado sobre las cicatrices de una cruel Guerra Civil. A sus 67 años, el académico de la Real Academia refleja cierta experiencia biográfica de sus viajes y estancias en Estados Unidos.

"Las amenazas contemporáneas proceden del mismo modelo económico y políticas viscerales del trumpismo", dice el escritor

En este sentido, detalla la inmensa sorpresa que le ocasionaba a cualquier español pasar de la dictadura franquista y las cicatrices no curadas de una contienda fratricida a la California de los años 60, del movimiento hippie, grandes autopistas, centros comerciales… Todo esto es lo que vive también su personaje, Gabriel Aristu, que abandona el “franquismo geológico” que parecía que “no iba a terminar nunca” en aquella España de 1967 y se encuentra en medio de la “revolución cultural y explosión del feminismo” que había en aquella California hippie.

Pedagogía de la brutalidad

Testigo directo de aquel abismo, Muñoz Molina reconoce que la sociedad española ha avanzado, “pero hay que recordar que venimos de un pasado”, tras recordar el discurso dictatorial y machista que se repetía en la España de la postguerra, marcada por una “masculinidad caracterizada por la brutalidad” que es difícil de imaginar en la actualidad.

“Si ibas a un colegio de curas, al ejército…, la pedagogía de la brutalidad era un pilar”, recuerda, a la vez de lo mal que se trataba en aquel entorno a los hombres afeminados, a aquellos que rehuían ejercicios físicos. En definitiva, a todos a los que no les gustara esa exaltación de masculinidad y testosterona.

"Si ibas a un colegio de curas, al ejército... la pedagogía de la brutalidad era un pilar", afirma Muñoz Molina

Ese pasado influye en una de las lacras del presente: el machismo. El académico subraya que “venimos de una tradición machista” que forma parte de tradiciones “arraigadas y milenarias” que cuesta quitar.

Sin embargo, Muñoz Molina precisa que España no es más machista que países de nuestro entorno, como Italia, como le reconocen mujeres de este último país cuando le detallan las diferencias existentes entre vivir en ambas naciones. También valora que “una sociedad entera haya avanzado tanto” como la española, y que actitudes machistas (como la vivida en la celebración del primer Mundial de Fútbol ganado por la selección femenina) se conviertan en “un escándalo intolerable”.

Políticas viscerales

Por ello, al mirar atrás y recordar aquella España franquista, le duele “la incapacidad de una parte de la derecha de reconocer que el franquismo fue una dictadura sanguinaria”. También lamenta “la incapacidad de una parte de la derecha española, y también de una parte de la izquierda, de mirar la historia con cierta ecuanimidad”. “Vivimos un momento de políticas muy viscerales”, afirma.

El académico subraya que “se avanza y se retrocede”, a la vez que matiza que “los problemas de hoy no tienen nada que ver con los del pasado, sino con los del presente”. En su opinión, “Las amenazas contemporáneas proceden del mismo modelo económico y de políticas viscerales que vienen del trumpismo”.