José Roldán, vendedor de la ONCE, es hermano mayor de la más humilde y una más de más populares y queridas de la Semana Santa de Huelva

Un camino a la esperanza

La trayectoria vital de José Roldán bien podría describirse como un camino a la esperanza. Un hombre de fe profunda, hijo de uno de los barrios más pobres de Huelva, el Pérez Cubillas, de donde sale cada Martes Santo la Hermandad de Jesús de la Sentencia y la Virgen de la Salud, la más humilde de todas las que conforman el Consejo de Hermandades y Cofradías de Semana Santa de la Ciudad de Huelva. Pepe, como le conocen todos, es su Hermano Mayor desde hace tres años. Es vendededor de la ONCE y tiene una discapacidad visual grave.

Por Luis Gresa

08/04/2025
Roldan ONCE 2

El barrio Pérez Cubillas es una de las zonas más deprimidas y con mayores necesidades sociales de Huelva capital. Edificaciones de poca altura, propias de la España de los 60, que conforman grandes patios de vecinos donde transcurre la vida en chándal y en bata, entre el griterío de los chiquillos, corrillos de hombres a las puertas y conversaciones entre ventanas. Pareciera como si el progreso urbanístico se hubiera detenido ahí, atrapado entre un nudo de centros comerciales estándar, de los que se encuentran a la entrada y salida de cualquier gran ciudad.

José Roldán (Huelva, 1962) ha visto crecer el barrio y ha sido testigo de su deterioro y, en parte, su abandono. Aquellas primeras chabolas dieron paso a un paisaje de bloques feos de cuatro plantas sin ascensor construidos al albur de la expansión del polo químico que llevó a la ciudad el gobernador Pérez Cubillas. Y que hoy, por los bajos precios de la vivienda, ha ido derivando en un barrio de inmigrantes muy diverso, de escasos recursos económicos, pero muy respetuoso con el entorno y sin conflictividad social.

Roldan ONCE
José Roldán, vendedor de la ONCE, con discapacidad grave, es hermano mayor de la Hermandad de Jesús de la Sentencia, Nuestra Señora de la Salud y San Francisco de Asís, la más humilde y una más de más populares y queridas de la Semana Santa de Huelva. Su recorrido vital y su testimonio constituyen hoy todo un camino a la esperanza.

Pepe creció feliz en Pérez Cubillas. Allí vio emerger a la parroquia de San Francisco de Asís como un faro que todo lo guía en un espacio necesitado de referentes y ayudas de todo tipo. Un edificio muy humilde y contextualizado en el entorno, sin apenas personalidad arquitectónica por fuera y de rasgos funcionales y sobrios por dentro, que, además de iglesia, ejerce como epicentro del pulso vital del barrio.

Un hombre de fe

Nunca fue monaguillo. “Mi carácter religioso me lo inculcaron mis padres desde muy pequeño. Ahí viene mi devoción”, comienza diciendo. “Yo empecé aquí -dice sentando en el último banco de la parroquia, vacía a esa hora- y conocí a todos los curas a través de mis padres que venían asiduamente a misa. Y a mí me gustaba estar aquí, me desahogaba, me daba una paz interior. Y aquí sigo, aunque me he ido a otra barriada pero siempre las raíces me tiran hacia aquí”, explica con la serenidad propia que impone el entorno.

Al fondo del altar, una imagen de San Francisco de Asís y de la Virgen de de la Salud Gloriosa presiden todo el espacio. En la entrada, tras una reja, las imágenes del cristo de la Sentencia y la virgen que son las que procesionan, reciben a los feligreses como un pórtico que obliga a detener el tiempo, aunque sea solo por unos momentos.

Roldán: "Conocí a todos los curas a través de mis padres que venían asiduamente a misa. Y a mí me gustaba estar aquí, me desahogaba, me daba una paz interior"

La Hermandad de la Salud se fundó en 1976 como hermandad de gloria y pasó a ser de penitencia en 2000. En 2011 entró a formar parte de la nómina del Martes Santo aunque no realizó su primera estación de penitencia por carrera oficial hasta 2014. 650 nazarenos conforman hoy la hermandad aunque son 280 los que salen el Martes Santo. “Quizá sea un poco especial, a lo mejor por nuestro carácter -describe José Roldán-. Es peculiar porque la mayoría de las personas que la componen, nuestros hermanos, son personas que han vivido en la barriada, electricistas, fontaneros, padres, hijos, y ese nexo de unión sigue aquí vivo”. Otra peculiaridad, no menor, es que al encontrarse la sede en el extrarradio de la capital, la cofradía procesiona más de 12 horas seguidas por las calles de Huelva desde que sale, alcanza el recorrido oficial y vuelve a casa.

Roldán lideró el proceso, el papeleo, los trámites, la constitución de una junta de gobierno, conversaciones con el Obispado, cerca de diez años de gestiones para convertir a la hermandad de gloria, con una tradición más veraniega, a una de penitencia consagrada para la Semana Santa. Fue todo un logro que se celebró con júbilo entre los suyos por lo que significaba de reconocimiento social a esa barriada en el seno de la ciudad. Hubo que construir un anexo parroquial con altura suficiente para que pudiera salir un paso pero al final, se consiguió. “Fue una alegría tremenda y más del sitio de donde venimos, que sabemos todos la humildad del sitio”, dice con el orgullo que delatan el brillo de sus ojos.

Un total de 650 nazarenos conforman hoy la hermandad aunque son 280 los que salen el Martes Santo

Pepe ya fue hermano mayor cuando era de gloria durante cuatro años y ahora lo es de nuevo, desde hace tres, como hermandad de penitencia. “Digamos que es la segunda vez que soy hermano mayor”, aclara. “Es un orgullo pertenecer a la hermandad de mi niñez y una gran responsabilidad ser hermano mayor”, reconoce. “Porque necesitas un compromiso, una dedicación y un saber estar, una representación hacia el exterior. Son muchos los compromisos que tenemos, inclusive de atención a los hermanos y la labor caritativa que hacemos”, añade.

Pero Pepe saca fuerzas de su fe y de la enseñanza que aprendió de San Francisco de Asís. “Sobre todo humildad, sencillez y que las cosas van a llegar cuando Dios quiera que lleguen”, asegura convencido. “Él trabajaba por su sencillez y humildad y creo que es la característica de nuestra Hermandad y sobre todo la mía, no aspiro a grandes cosas, sino a lo que quiera Dios que sea, así será”.

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Detrás de una Hermandad como la suya hay mucha obra social que no se ve, ni se presume de ella.

El Hermano Mayor vive cada estación de penitencia como un viaje al interior de su ser. Es su forma de vivir la Semana Santa, como si fuera el recorrido pausado de un camino a la esperanza. “Cuando uno se viste de nazareno, parece que va buscando su interior, su ser, y va interiorizando en todos los detalles que en ese camino te lleva a hacer estación de penitencia -reflexiona en voz alta-. Nosotros salimos a la calle porque nos ven, no salimos para que nos vean. Y eso es lo que más nos lleva a interiorizar, buscar tu interior dentro de la fe cristiana. Es maravilloso. Puede ser como el camino de la esperanza porque vamos buscando ese bienestar interior en el que meditamos y vemos cómo nos hemos portado de un año a otro. Es un poco confesarse a sí mismo dentro de uno. Y por lo menos a mí me llena”.

La ONCE, una razón para luchar

La discapacidad visual se asomó a su vida a los 15 años. Nunca vio bien por un ojo aunque tampoco le echó cuenta porque tampoco le condicionaba su rutina. Trabajaba como carpintero metálico -aluminios, cristales y persianas sobre todo- hasta que la crisis del ladrillo le dejó en el paro. Y con un 33 por ciento de discapacidad oficial, cambio de rumbo y entró en la ONCE. “Para mí es maravillosa, encontré un apoyo tremendo. Y creo que aquí seguiré hasta que me jubile”, resume gráficamente.

Primero estuvo cerca de cinco años como vendedor en la costa onubense, entre El Portil y El Rompido, y ya lleva tres en la capital en las avenidas de las Adoratrices y la de Andalucía. Sus clientes, la mayoría, desconocen esa doble vida que lleva, aunque los más capillitas saben bien de su peso en la Semana Santa de Huelva. “La ONCE me ha dado una razón por la que seguir luchando”, subraya.

Sus clientes, la mayoría, desconocen esa doble vida que lleva, aunque los más capillitas saben bien de su peso en la Semana Santa de Huelva

El hermano mayor no mira de reojo a las Hermandades de Sevilla, ni siquiera al resto de las de Huelva, y niega que haya rivalidad entre las distintas cofradías que conforman el Consejo. “Nosotros no tenemos un palio para sacar a la virgen, nos gustaría, pero viendo de dónde venimos y las posibilidades que tenemos lo vemos inviable. Pero nadie de ninguna hermandad va a decir que no tenemos palio. No, porque esto no se trata de una competición, se trata de una aspiración personal dentro de la Hermandad y hasta donde se pueda llegar”. En Pérez Cubillas cualquier estreno, por pequeño que sea, se celebra como un triunfo colectivo. “Dentro de lo que cabe, nosotros con lo poco y pequeño que podamos llegar a estrenar cualquier año nos parece un mundo y sin embargo a lo mejor hay otras hermandades que cambian de palio y a lo mejor no le dan sentido tanto como nosotros, que con poquitas cosas podemos valorar para ver hasta donde hemos llegado”, comenta.

Roldán trabaja la Semana Santa los 365 días del año, descontando, eso sí, el mes de vacaciones. “Hay hermandades que a lo mejor dan una patada y viene la Diputación o el Ayuntamiento y les es más sencillo hacer las cosas pero a nosotros nos cuesta la misma vida”, admite. Detrás de una Hermandad como la suya hay mucha obra social que no se ve, ni se presume de ella. “Muchas veces tenemos que tapar muchos agujeros por la propia idiosincrasia donde está ubicada la Hermandad -explica-. Vienen familias con necesidades ¿Y qué vamos a hacer? Son cosas que rutinariamente hacemos y no le damos el valor que otras Hermandades le dan. Son cotidianidades del día a día de lo que es la feligresía de la parroquia. Nos cuesta trabajo, porque es normal, pero bueno, lo vamos subsanando poco a poco”, responde con humildad manifiesta.

Roldán trabaja la Semana Santa los 365 días del año, descontando, eso sí, el mes de vacaciones

A su juicio, lo más emocionante del Martes Santo es la salida de la parroquia, máxime si se produce en medio de la incertidumbre que genera siempre la amenaza de lluvia como ocurrió el año pasado. “Es bonito vivir el momento de la salida y la recogida, ya cansados, y se ve el barrio con gente de fuera que vienen a apoyarnos, la verdad es que nos orgullece mucho ver que esté la gente aquí apoyándonos”.

Trompeta en la Banda

Otra de las facetas que definen la personalidad de José Roldán es la de músico. Toca la trompeta en la Agrupación Musical del Cristo del Amor, ‘La Cena’, con la que sale todos los días de la Semana Santa excepto el Martes Santo que ejerce de Hermano Mayor. Con ellos ensaya todo el año, excepto los tres meses de verano, de lunes a jueves de 21:00 a 23.00 horas en una nave del polígono Polirrosa de Huelva. Un calendario de ensayos abrumador porque también dan cobertura a las necesidades de cruces y romerías.

Sus hijos le inculcaron la pasión por la música. Los llevaba a la banda, como cualquier padre a sus niños, y como faltaban trompetas le empujaron a formar parte de la formación sin tener ni idea de lenguaje musical. “Total, que llevo ya 30 años de música”, dice orgulloso. Efrén, el menor de sus dos hijos, es el director de la agrupación desde hace un año y empezó con seis. Tiene situado a su padre, prácticamente sentado frente por frente en los ensayos, en la última fila del enorme semicírculo que conforman los más de 130 de vientos en un abanico muy amplio de edades entre jóvenes y mayores. Su hermano, Jesús David, el otro hijo de José, fue miembro de la banda durante años y en la actualidad es costalero de su Hermandad.

Los ensayos no dejan lugar a la improvisación. En un ambiente de fraternidad y respeto a las órdenes del director, la banda repasa partitura a partitura un repertorio minuciosamente estudiado en casa y aprovecha cada pausa para afinar los instrumentos. El sonido resulta tan perfecto como absolutamente emocionante en la frialdad de un hangar totalmente impersonal.

Los ensayos no dejan lugar a la improvisación. En un ambiente de fraternidad y respeto a las órdenes del director, la banda repasa partitura a partitura un repertorio minuciosamente estudiado en casa

Primero viene calentamiento “porque los instrumentos vienen de la calle fríos y entonces lo que hacemos es soplar el metal hasta calentarlo a la temperatura adecuada de cuando vamos tocando habitualmente”, explica el director en un receso de segundos. Después la afinación de instrumento para que el ensayo resulte en las óptimas condiciones. Y a continución, sin compás de espera, marcha tras marcha, la música se descubre en toda su magnitud y esplendor. Difícil no pensar en el grito de la levantá: “Al cielo con ella”.

Efrén reconoce que el hecho de que su padre forme parte de la agrupación musical aporta un punto de emoción añadido. “Hombre, el punto de emoción me lo da. No es por nada, sino porque al final yo estoy aquí gracias a él. Él ha sido el que me ha engañado y el que me ha me ha envenenado en este mundo. Y bueno, desde los cinco años empezó como una tontería de traerme y al final venía mucho más a los ensayos que incluso muchos de los componentes. Entonces lo engañamos a él y le dimos un instrumento y bueno desde entonces lleva él tocando con nosotros y desde luego ya lleva un bagaje bastante amplio en este mundo”, dice levantando la voz para que se pueda hacer entender entre las afinaciones.

El de las bandas de música es un mundo muy competitivo en Andalucía, referente mundial de este tipo de música. “Para mí yo pienso que es la mejor pero externamente a ellos les tengo que decir lo contrario. Porque al final las exigencias de uno mismo son las que las que nos hace alcanzar las metas que realmente queramos. Y eso es fundamental. Al final nosotros somos altruistas, no somos profesionales, a excepción de unos cuantos que hemos estudiado en Conservatorio”, explica con otro punto de orgullo.

El de las bandas de música es un mundo muy competitivo en Andalucía, referente mundial de este tipo de música

Efrén admite que hay momentos en los que la emoción condiciona la marcha. “Eso siempre condiciona -admite sin tapujos-. No es lo mismo tocar en un ensayo que tocar, por ejemplo, en nuestro día grande, que es el Domingo de Ramos, en mi caso, o el de mi padre, que es el martes Santo. Entonces eso siempre condiciona y al final te lleva a estar un poco más pendiente e incluso a despreocuparte, llegando a cometer incluso errores. Por lo tanto, esas cosas tenemos que intentarlas controlar cuando llega ese momento”, explica. “Pero yo lo primero que hago es mirar para atrás y agradecerle siempre a mi padre por envenenarme de este mundo, porque al final es lo que nos gusta y nos pegamos todo el año ensayando”. A su juicio hay mucha fe en las filas de la banda. “Muchísima pero  hay también una devoción a lo que es el instrumento y a lo que se hace, que es lo que es la música. Al final es lo que nos rodea, la música”, concluye antes de poner en pie una nueva partitura.

“Aparte del cansancio, que son muchas horas -interviene ahora el padre-, es un sentimiento de compañerismo, de estar juntos entre compañeros que tocan de la misma forma la misma melodía, que a la gente que está escuchando le guste y le llegue y que sea un medio para la emoción y la alegría. La verdad es que  es muy satisfactorio lo que se logra -asegura José en otra pausa del ensayo-. En momentos, depende de la situación, tocando, se nota el sentimiento, se ve el paso moverse, la banda en silencio tocando, y la gente escuchando y la verdad es que te emocionas”.

 

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