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Meryl Streep, Premio Princesa de Asturias

“La empatía es el corazón palpitante del don del actor”

Leyenda del celuloide tras convertirse en la persona con más nominaciones a los Oscar (21 en total, frente a clásicos como Katherine Hepburn y Jack Nicholson, con 12), Meryl Streep hace un repaso a lo que significa ser actriz, y subraya la necesidad de recuperar la empatía y la necesidad de escuchar “en este nuestro mundo cada vez más hostil y volátil”.

Por Rafael Olea

05/11/2023
La actriz Meryl Street saludando al público durante la gala de los Premios Princesa de Asturias

A sus 74 años, Meryl Streep ha conseguido ser villana, heroína, femme fatale o activista en algunas de las mejores películas de la historia del cine, en el que ha hecho historia a base de talento, versatilidad y una característica que destaca por encima de todas: la empatía.

La actriz, ganadora de tres premios Oscar, ocho Globos de Oro, dos BAFTA y tres Emmy en una dilatada y exitosa carrera de cuatro décadas, destaca que “el don de la empatía es algo que todos compartimos” y “es una capacidad que todos deberíamos llevar dentro de nosotros al volver a la luz del día”. La actriz resalta que “la empatía puede ser una forma radical de acercamiento y diplomacia, igualmente útil en otros ámbitos de actividad. En este nuestro mundo cada vez más hostil y volátil, espero que podamos hacer nuestra otra regla que se enseña a todos los actores: lo importante es escuchar”.

La actriz Mery Street, saludando al público en las escaleras del Teatro Campoamor, en Oviedo.
Meryl Streep, a las puertas del Teatro Campoamor, poco antes de recibir el Premio. ©FPA Iván Martínez.

Además, resalta que “cuando nacemos nos identificamos con los demás, sentimos empatía y una humanidad compartida porosa. Los bebés lloran solo con ver las lágrimas de otra persona. Pero, a medida que crecemos, nos ponemos a reprimir esos sentimientos y a suprimirlos para el resto de nuestras vidas; a suplantarlos a favor de la autoprotección o de una ideología, y a sospechar y desconfiar de los motivos de los demás. Así llegamos a este triste momento de la historia”.

En su opinión, “la empatía es el corazón palpitante del don del actor. Es la corriente que nos conecta, a mí y a mi propio pulso, con el de un personaje de ficción. Puedo hacer que su corazón se acelere, o calmarlo, según lo requiere una escena”.

Meryl Streep hizo este alegato a favor de la empatía en el discurso que pronunció con motivo de la entrega de los Premios Princesa de Asturias, en el que fue galardonada en la categoría de Letras, en la que previamente también se reconoció a estrellas del séptimo arte como Martin Scorsese (año 2018), Francis Ford Coppola (2015) o Ennio Morricone y John Williams (2020).

El jurado valoró de ella que es filantrópica y comprometida con la defensa de la mujer y de la igualdad de género

Nominada 21 veces al Oscar y ganadora de tres estatuillas (Kramer vs Kramer, en 1979; La decisión de Sophie, en 1982, y La dama de hierro, en 2011), el jurado valoró de ella que es “filántropa y comprometida con la defensa de los derechos de la mujer y de la igualdad de género”.

Meryl Streep considera que “el trabajo de un actor es invadir, encarnar vidas que no son como la suya, porque la parte más importante de nuestro trabajo es hacer que cada vida sea accesible y sentida por el público: que está sentado en un pequeño teatro de Málaga o por streaming en cualquier parte del mundo”.

Meryl Street, tumbada en un sofá, con el actor Antonio Banderas riéndose, durante la gala de entrega de los Premios Princesa de Asturias.
Momento distendido dentro de la gala de entrega de los Premios Princesa de Asturias. ©FPA Yeray Menéndez

Asimismo, añade que un actor debe tener esa empatía también con los villanos: “Una regla que se enseña a los actores en las escuelas de arte dramático es que no debes juzgar al personaje que estás interpretando. Juzgar te hace quedar fuera de sus vivencias. El compromiso que adquieres cuando te pones en su lugar es mirar el mundo desde el interior de su cabeza. ¡El público juzgará! Tú defiendes su causa lo mejor que puedes”.

También ironizó con humor al recoger el galardón que “una parte de mí sospecha que, como he representado a personas extraordinarias toda mi vida, ¡ahora me toman por una de ellas!”

Princesa Leonor

La ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias, celebrada como es tradición en el teatro Campoamor de Oviedo, estuvo presidida por la infanta Leonor, que en su quinto discurso en los premios alabó a los premiados que “aportan a una sociedad donde convivimos muchas generaciones la idea de lograr que quienes más lo necesitan tengan la oportunidad de mejorar sus vidas, su educación, su salud, y que la ciencia, la cultura y la protección del medio ambiente sean una prioridad. Esto solo lo podemos lograr con objetivos comunes y esfuerzo individual y colectivo".

Junto con el Premio de las Artes que recayó en Maryl Streep, también se concedieron otros siete galardones. El premio de las letras recayó en el japonés Haruki Murakami, al cual el jurado describió como “un gran corredor de fondo de la literatura contemporánea” y destacó la “singularidad de su literatura, su alcance universal, su capacidad para conciliar la tradición japonesa y el legado de la cultura occidental en una narrativa ambiciosa e innovadora, que ha sabido expresar algunos de los grandes temas y conflictos de nuestro tiempo: la soledad, la incertidumbre existencial, la deshumanización en las grandes ciudades, el terrorismo, pero también el cuidado del cuerpo o la propia reflexión sobre el quehacer creativo”.

El japonés Haruki Murakami, el filósofo Nuccio Ordine y el keniano Eliud Kipchogue, entre los galardonados

En Comunicación y Humanidades, el premiado fue el filósofo Nuccio Ordine, uno de los mayores expertos en el Renacimiento y, sobre todo, en la figura de Giordano Bruno, humanista quemado vivo por inquisición romana en el año 1600 por, entre otros motivos, afirmar que el sol era una simple estrella en el universo.

Ordine aprovechó la visibilidad del Premio para recordar a quienes dedican su vida a la enseñanza: “En un momento en el que quienes enseñan son considerados obsoletos porque la escuela y la universidad modernas solo estarían hechas por ordenadores y pizarras conectadas a internet, quiero dedicar este premio a quienes enseñan y cambian silenciosamente con su sacrificio la vida de sus alumnos. A quienes cada día –en una choza africana o en un pueblo pobre de Calabria o de Hispanoamérica– realizan un gran milagro: permitir a los estudiantes pobres dar ese salto social y cultural que hace nuestra sociedad más justa e igualitaria”.

La actriz Meryl Street durante la ceremonia de los premios.
©FPA Yeray Menéndez

El Premio Princesa de Asturias de los Deportes recayó en el campeón olímpico de maratón, el keniano Eliud Kipchogue, explusmarquista mundial de la prueba de los 42,195 km y cuya marca de 2:01:09, fue rebajada el pasado octubre por su compatriota Kelvin Kiptum, que hizo 2:00:35.

En Ciencias Sociales, el Premio Princesa de Asturias fue para Hélène Carrère D’Encausse, politóloga especialista en la extinta Unión Soviética y su interrelación con la Unión Europea.

Por su parte, el galardón en la categoría de Investigación Científica y Técnica fue para el trío formado por los científicos Jeffrey Gordon, E. Peter Greenberg y Bonnie L. Bassler, por sus avances en el estudio del microbioma humano y de la comunicación entre bacterias.

En Cooperación Internacional, la ganadora fue la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Desatendidas (DNDi, por sus siglas en inglés), una ONG cuyo objetivo es investigar y desarrollar tratamientos para enfermedades consideradas «olvidadas» o desatendidas, y para otras relacionadas con la pobreza y el subdesarrollo.

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