Recuerdo coger el cubo de Rubik en casa, según lo encontraba sobre una mesa o en un cajón de juegos. Lo resolvía en poco tiempo, era como un juguete liberador de tensiones o una práctica gimnástica para manos, incluso un baile gestual. Esos movimientos necesarios para colocar cada color en su sitio imponían cierto ritmo y culminaban con una sensación victoriosa.

Sin embargo, mi mérito no era matemático, simplemente aprendí los movimientos necesarios para reconstruir el cubo con éxito, lo que ahora llaman algoritmos, porque resolver el cubo de Rubik sin trucos es una tarea muy compleja. A su inventor, el propio Rubik, le costó al menos un mes solucionar el enigma, aunque sería la primera persona en lograrlo.

Ernő Rubik confiesa que odia escribir, sin embargo, se atrevió a trasladar sus memorias a un libro, Rubik. La increíble historia del cubo que cambió nuestra manera de aprender y jugar, en el que relata la historia de su cubo mágico y explica el origen de un juego inventado por un hombre que de niño adoraba los puzles geométricos. “Yo era uno de esos niños que pasan horas dibujando y pintando”, confiesa. “Jugar con puzles entrenó mi mente de niño. Me familiaricé con la naturaleza de sus preguntas y con el hecho de responderlas. Nadie me asignó estos juegos, ni ponía nota a mi desempeño, ni observaba si los solucionaba o no. Si fracasaba o tenía problemas con alguno, podía empezar de nuevo al día siguiente. Este entretenimiento era solitario”.

Las propiedades de este tipo de juegos siempre han sido muy valoradas por Rubik, que razona en su biografía que “los rompecabezas sacan cualidades importantes de cada uno de nosotros: concentración, curiosidad, un sentido del juego, el afán por descubrir una solución”. Quizás fue el motivo de su descubrimiento, pues el cubo mágico nació de una idea didáctica que quería trasladar a sus alumnos.

Erno Rubik tardó un mes en resolver el cubo, un rompecabezas que inventó con la idea de hacer pensar a sus alumnos y que tuviera cierta dificultad

En 1974, cuando era profesor de arquitectura en la Escuela Superior de Artes Aplicadas de Budapest, Ernő Rubik quiso crear algo con lo que los estudiantes pudieran jugar y que les hiciera pensar de manera creativa sobre las formas geométricas y las relaciones espaciales. Su objetivo era hacer algo táctil y móvil, lo bastante sencillo para que sus alumnos lo entendieran, pero con cierta dificultad a la hora de resolverlo.

El invento del profesor húngaro es un cubo 3x3x3, con sus seis caras dibujadas de colores diferentes. En el cubo original el blanco es opuesto al amarillo, el rojo opuesto al naranja y el azul opuesto al verde. Esos colores formarían también parte de la historia de una década, del arte incluso, como motivo e inspiración, y el cubo mágico finalmente se convertiría en el juego más vendido de la historia.

Dicen que se han vendido más de 400 millones de cubos desde 1980, que una de cada siete personas de este mundo ha jugado con él. “El Cubo ha despertado más interés del que yo nunca podría haber imaginado. Es un hecho curioso —y que me sorprende a mí tanto como a cualquiera— que, durante tantas décadas, en un tiempo de una revolución tecnológica sin precedentes, haya sobrevivido la fascinación por un objeto tan simple”, escribía Rubik en sus memorias.

El número de Dios

Tras cinco décadas de historia, todavía muchos nos preguntamos qué es el cubo de Rubik, ¿un juguete, un problema matemático, un artefacto pedagógico? Quizás sea todo eso, y más, porque su trascendencia le convierte en historia, en objeto de numerosos estudios e inspiración de artistas.

Lo cierto es que el cubo se hizo popular como juguete, sus grandes ventas se debían a este motivo y en 1980 ganó el premio alemán al Mejor Juego del Año en la categoría de mejor rompecabezas. Sin embargo, también ha inspirado a la comunidad científica y se ha convertido en un reto matemático que ha dado lugar incluso a varios estudios. Uno de los enigmas que intentaban resolver los estudiosos era el ‘número de Dios’, es decir, el número de movimientos necesarios para resolver el cubo desde cualquiera de las más de 43 trillones de posiciones posibles.

Esta cifra ha sido objeto de investigación desde su invención, pues la primera aproximación se remonta a 1981, cuando se calculó que ‘el número de Dios’ era 52; años más tarde se corrigió y pasó a ser 29; luego 23… Varios investigadores demostraron hace años que siempre es posible resolver el popular juego con un máximo de 20 movimientos. ‘El número de Dios’ es 20.

Se estima que sólo el 1% de las personas pueden resolver el rompecabezas sin ayuda, el resto, aprende una serie de algoritmos y los memoriza. Incluso los grandes competidores (speed cubers) que asisten a los campeonatos mundiales para resolver el cubo a la mayor velocidad posible, quizás no sepan hacerlo sin los numerosos tutoriales que ya se han dado a conocer.

Récord de velocidad en 3,13 segundos

No obstante, estas competiciones concentran a miles de fans y jugadores y se han convertido en cita obligada para ellos. En 1982 se celebró el primer Campeonato Mundial del cubo de Rubik, con un resultado de 22,95 segundos. Hasta el año 2003 no tuvo lugar el segundo campeonato, pero desde entonces se celebra cada dos años y el año pasado se logró un récord con la resolución del cubo en tres segundos, exactamente 3,13 segundos. El actual campeón del mundo es un joven de 22 años con trastorno del espectro del autismo, el estadounidense Max Park.

Durante los primeros años, los principales entusiastas del puzzle fueron diseñadores, arquitectos y matemáticos. Douglas Hofstadter, científico, filósofo y académico estadounidense, que ganó un Premio Pulitzer, escribió en la revista Scientific American, que el cubo de Rubik era “una de las cosas más asombrosas jamás inventadas para enseñar ideas matemáticas”.

Con el tiempo, los jugadores del cubo de Rubik, sobre todo, los speed cubers, coleccionan y atesoran numerosos cubos mágicos y confiesan que este juego tiene un componente adictivo. Mientras, su inventor manifiesta: “Me gustan las posibilidades que encierra el cubo y adoro el placer visual de su forma. A menudo, la forma cúbica se asocia con un objeto sobre el que no tenemos control, como el dado. Pero no hay nada azaroso o fuera de control con el Cubo, siempre y cuando le entregues un poco de paciencia y de curiosidad”.